Ayer salimos a hacer un recurrido turístico por los valles del Pirineo navarro. Las últimas nevadas de principios de febrero, que en Pamplona fueron poco abundantes, dejaron las cumbres pirenaicas cubiertas de una espesísima capa de nieve, hasta el punto de que varias carreteras de montaña han estado cerradas hasta la semana pasada (y alguna, como la que sube al puerto de Larrau, todavía lo está).
Nuestro recorrido nos llevó hasta la presa y selva del Irati, una de las más extensas masas forestales de toda España. Como no pudimos rodear el embalse a causa de la nieve que entorpecía la pista forestal, decidimos ir hacia Ochagavía a través del valle de Aezkoa y las planicies de las Abaurreas, Remendía y Jaurrieta, con la Sierra de Abodi de espléndido fondo. Al poco de pasar la finca forestal de Remendía, paramos un rato para comer un bocadillo, lo que nos dio oportunidad de disfrutar de un raro espectáculo: una inmensa bandada de grullas desnortadas y gritonas, que giraban sobre nuestras cabezas en total desorden, quizás asustadas por un águila real que patrullaba los alrededores. He incluido como testimonio del incidente una de las fotografías de las grandes aves migratorias; del águila también saqué una, aunque no figura en la colección porque en la imagen original aparece muy pequeña, y hay que hacer un acto de fe para distinguirla.
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