En la entrada de ayer hacía referencia a los riesgos inevitables de trabajar con gestores de conocidos (CMS) ampliamente conocidos, como WordPress, cuyas vulnerabilidades suelen ser objetivo preferente de los hackers, crackers, phreakers y demás desaprensivos de la Red.
Para evitar en lo posible a tan indeseables visitantes y tener la bitácora à la page, la he actualizado a la versión 2.0.2. El proceso no es demasiado complejo, aunque siempre tiene su intríngulis. De todas formas, si uno sigue minuciosamente los pasos de los excelentes tutoriales que a tal efecto incluye el Codex de WordPress no debería sufrir mayores sobresaltos.
Ya se sabe: hacer una copia de seguridad de todo lo que importa (ante todo y sobre todo, de la base de datos), desactivar los plugins, sustituir los directorios y ficheros antiguos por los de la nueva versión (con las excepciones necesarias), ejecutar el script de actualización (upgrade.php), reactivar los plugins y voilà, la bitácora nueva y reluciente como una patena.
Yo acabo de repasarla de cabo a rabo y no he encontrado ningún fallo. Toco madera, por si acaso.
Adenda del 4 de febrero de 2019
En el curso de una revisión rutinaria de esta entrada, he descubierto que, en algún momento de la historia del blog, el artículo sufrió una mutilación que no solo lo había desprovisto de gran parte de su contenido, sino que además había dejado una etiqueta HTML mal cerrada, lo cual generaba errores en el código.
Me ha costado un buen rato identificar el error y más aún subsanarlo. Al final, tras mucho buscar en las copias de seguridad (que también estaban mutiladas), he encontrado el texto del artículo original en un documento de Word que había guardado a buen recaudo durante estos trece últimos años.
«El que busca halla», decía mi tía Anastasia. Y cuánta razón tenía.
Últimos comentarios