Felipe Zayas sugiere en Darle a la lengua una reflexión colectiva («una especie de meme» sin obligaciones de ningún tipo) sobre el tema «¿Cuál es mi post típico?». El tema me parece interesantísimo, y por eso he decidido hacer caso de su convocatoria; ahora bien, en aplicación de mi purismo impenitente, he castellanizado ligeramente el título de su propuesta.
Más difícil que la traducción es, sin embargo, hacer un retrato robot de las entrada-tipo de La Bitácora del Tigre, pues yo creo adivinar que en mi blog laten distintas pasiones y propósitos, y por tanto diferentes tipos de entradas o artículos. En todo caso, tengo claro que, de aceptar la dicotomía que José Luis Orihuela establece en su libro La revolución de los blogs entre «los weblogs de paso o filtros, centrados en enlaces y noticias, y los weblogs de destino, más inclinados al análisis, la opinión y el micro-ensayo», el mío correspondería en la mayor parte de sus entradas a esta última categoría.
Quiero permitirme, a este respecto, un excurso polémico. Recientemente, con ocasión de la búsqueda de textos en formato blog para un trabajo que tengo pendiente de rematar (y que, a tenor de mi decepción no tiene visos de terminar con éxito), repasé a conciencia las quince o veinte primeras entradas de un buen número de los sitios mejor posicionados en el Ranking de blogs en español. No me siento nada cómodo al decirlo, pero me llevé una triste impresión: con honrosas excepciones, la mayoría de los blogs que consulté son clónicos unos de otros, sus textos (cuando merecen tal nombre) son ilegibles, están mal escritos, han sido redactados con toda evidencia no para comunicarse con los lectores sino para conseguir buenos posicionamientos en los buscadores y practican una especie de referencialidad vacía y banal, que grosso modo podría encajar en la primera categoría descrita por José Luis Orihuela.
A la vista de este panorama, me gustaría creer que La Bitácora del Tigre huye del weblog de paso como de la peste. Y no sólo por un prurito de distinción, sino por circunstancias prácticas y hasta de carácter: no tengo tiempo (ni ganas) de estar pendiente de la última minucia tecnológica o del último microfenómeno social, y soy psicológicamente incapaz de escribir de esa forma sucinta, concreta y sintética que todos los prontuarios-para-triunfar-rápidamente-en-la-blogosfera aconsejan, sobre cuya oportunidad y eficacia, especialmente en la blogosfera educativa, estoy dispuesto a entrar en fiera y singular batalla. O soy discursivo, meándrico y caudaloso, o me callo la boca.
Por otra parte, la propia configuración temática del blog me impone un modo de escribir: las reseñas de libros y películas exigen espacio, y sólo suelo hacerme eco de noticias de actualidad o de innovaciones tecnológicas cuando tengo algo personal que aportar a la mera descripción del caso, sea una experiencia, una demostración, una sugerencia o una motivada objeción. Tal vez la única excepción a la norma que a mí mismo me aplico sean las magras entradas sobre las actualizaciones de WordPress y los plugins que suelo instalar en el blog. No es cosa de repetir siempre el mismo rollo, aunque incluso esta temática tan particular puede dar mucho de sí, como creo haber demostrado en la serie de artículos que a lo largo de las últimas semanas he venido dedicando a la actualización a la versión 2.1 de este gestor de contenidos.
Creo, por último, que con el discurrir de la intrahistoria de La Bitácora del Tigre y el afinamiento de mi voz bloguera me he ido volviendo más subjetivo, más personal. De una u otra forma, tengo que admitir que la observación de José Mª González-Serna en su Cuaderno de clase («escribo sobre mí mismo de manera directa o indirecta, que es mi tema favorito -¿no lo es vuestro también?») es aplicable a mi bitácora en proporción no pequeña, aunque con un matiz de importancia radical: que lo personal no es un fin en sí mismo, sino un artificio retórico en el mejor sentido de la expresión, un recurso expresivo destinado a lograr la atención y la simpatía de los lectores.
El que lo consiga con mayor o menor frecuencia, claro está, no me corresponde a mí decirlo.
Lu dice
Eduardo, además de reflexionar sobre tu perfil bloguero, creo entrever pinceladas de tu propio autorretrato.
Aunque, a propósito de esto, sé que los que nos movemos en entornos virtuales tenemos también una personalidad virtual (que raras veces es el vivo reflejo de la real).
Lo tengo comprobadísimo. Conozco personalmente a los autores de algunos blogs que visito y su exposición en el medio cibernético me los presenta de un modo nuevo, diré que casi desconocido.
También es cierto que cuando uno inaugura un blog, raras veces, lo hace con un plan premeditado. Siempre se hace con una ligera idea de cuáles van a ser sus contenidos, pero el propio acontecer hace variar muchas veces las expectativas.
(Un apunte: observo que se ha pasado la fiebre de los memes que inundó la blogosfera hace un año. Tanto es así que, cuando alguien osa plantear uno, lo hace en un tono comedido, como ha hecho Felipe. ¿La blogosfera educativa estará definiendo sus propias reglas de participación?)
Eduardo Larequi dice
Dicen los que me conocen bien, Lu, que en la realidad se me reconoce porque mi forma de hablar «suena» parecida a mi forma de escribir. Por otra parte, también es cierto que el Tigre se presenta en su bitácora bajo la luz que le resulta más favorable. En fin, que el personaje de mi blog se me parece, claro, pero sólo relativamente.
Lo de los memes «prudentes» tiene una explicación clarísima: usados sin mesura, o con poca cautela, son una descortesía. Equivalen a esos parientes o amigos gorrones que invaden la casa de uno, sin previo aviso, y no se marchan nunca. Por eso la fórmula que ha escogido Felipe, la de una invitación genérica y poco menos que sotto voce, resulta muy apropiada a las convenciones y normas de etiqueta de la blogosfera educativa.
Alejandro Valero dice
Yo creo que en nuestros blogs definimos nuestra personalidad bastante bien aunque no queramos, y no podemos controlar del todo la imagen que damos de nosotros mismos. Por ejemplo, aunque no te conozco personalmente, Eduardo, sé cómo eres más o menos, porque lo deduzco de las entradas de tu blog entre otras cosas. Y lo mismo podría decir de Lu, aunque ella habla menos de sí misma en su blog. Es decir, en toda obra creativa, como lo es un blog, no podemos excluir nuestra personalidad, porque entonces no sería creativa.
Felipe Zayas dice
Me alegra que la bobada que escribí ya no sé cuánto hace (el tiempo de la Red no se corresponde con el tiempo de esa otra vida que también vivimos cuando nos apartamos del ordenador) haya movido esta conversación, que retoma otra anterior acerca del personaje que construimos en nuestro blog. Construir una imagen -face- de nosotros mismos es una de los rasgos que definen este medio de comunicación que son los blogs (pero también lo hacen los columnistas periodísticos, por ejemplo).