
Apenas dos meses después de su anterior entrega se ha publicado el tercer número de la revista Hélice, elaborada por la Asociación Cultural Xatafi (por cierto, su sitio web se presenta con un nuevo diseño de añeja resonancia tipográfica, estéticamente muy logrado). El ritmo de publicación y la calidad de los contenidos demuestran que la criatura nació con buena salud y una potente herencia genética, cuyos méritos corresponden a un equipo de colaboradores entregado y entusiasta. A los lectores nos toca contribuir a la difusión de la revista, hacer votos para que la fortuna le sonría y contribuir en lo posible a convertirla en un clásico de las publicaciones online.
Alberto García-Teresa abre la sección titulada Reflexión con un interesantísimo artículo, «El valor del caleidoscopio. Por una crítica cooperativa», en el que propone superar los apriorismos y rigideces en que con frecuencia tiende a encastillarse la crítica literaria, tanto en el género que aquí nos ocupa como en otros. Su propuesta va acompañada, además, con un ejemplo muy sugestivo de las múltiples posibilidades de lectura e interpretación que ofrece Los desposeídos, una de las más famosas novelas de Ursula K. LeGuin. Por su parte, Pedro Pablo G. May nos ofrece en «La sociedad», bajo la irónica apariencia de uno de esos discursos conspirativos tan de moda en la narrativa popular de los últimos años, una inspirada panorámica de la literatura de ciencia ficción. La sección culmina con un muy sensato artículo de Gabriella Campbell, «Hermenéutica relativista: cuando la sospecha se convierte en intriga cósmica», que reclama sentido común y mesura a la hora de interpretar los textos literarios, ciencia ficción incluida. Es, probablemente, la mejor de todas las piezas de la revista, y demuestra que la crítica de ciencia ficción puede ser amena y risueña sin faltar al rigor, a la cita sesuda y a las convenciones académicas.
El primer texto de la sección de Críticas corresponde a Santiago Eximeno, quien presenta un juicio bastante severo de Gothika, la novela de Clara Tahoces ganadora del Premio Minotauro en su edición de 2007. No conozco la novela (la verdad, después de leer la crítica no me quedan muchas ganas) y por tanto no estoy en condiciones de discutir sus méritos o la validez de los juicios del reseñista. En todo caso, me parece muy oportuno el toque de atención que Eximeno da a los responsables del Premio Minotauro, cuya deriva comercial se hace, en cada edición, más evidente. A continuación, y tras unas reflexiones muy enjundiosas sobre los defectos habituales en los artificios narrativos propios del género de las ucronías, Julián Díez se emplea a fondo con Roma eterna, de Robert Silverberg (Minotauro, 2007). Aunque ni la novela ni el escritor norteamericano quedan bien parados, la reseña me ha picado la curiosidad: me apetece arriesgarme a enfrentar mi romanofilia declarada con el que Julián Díez considera el «peor libro» de Robert Silverberg.

De la sección crítica también forman parte la que firma Fidel Insúa, quien se ocupa de Metropol, de Walter John Williams (Bibliópolis, 2006), y la de Santiago L. Moreno, autor de una muy atinada revisión de lo que significó en su día Mirrorshades, una antología ciberpunk, de Bruce Sterling, con versión española de 1998 (Siruela). Quizás la más interesante de todas las reseñas sea la que Julián Díez ha redactado sobre El primer siglo después de Beatrice, de Amin Maalouf (Alianza, 2003), por su valiente reivindicación de una ciencia ficción menos escapista y más apegada a la realidad. Por el contrario, y a pesar de que contiene aspectos valiosos, el análisis comparativo que David Jasso realiza sobre dos recientes novelas de terror de autores españoles, Infierno nevado, de Ismael Martínez Biurrun (Equipo Sirius, 2006), y Noche cerrada, de Emilio Bueso (Verbigracia, 2006), resulta excesivamente proclive a ese entusiasmo un tanto acrítico del fandom contra el que en más de una ocasión han advertido los colaboradores de la propia revista Hélice .
Como siempre, la revista se cierra con la sección de Críticas enfrentadas, en esta ocasión dedicada a la novela Seis (Juan José Aroz, editor, 1997), de Daniel Mares, observada a través de dos prismas muy diferentes: el análisis crítico, muy completo, a cargo de Fernando Ángel Moreno, y el testimonio del propio autor, que ofrece jugosos detalles sobre sus fuentes literarias, el proceso de creación, la invención del narrador, etc.
Quiero terminar la reseña con una nota final que pretende ser constructiva y en absoluto impertinente: hay varios textos de la revista que hubieran agradecido una revisión a fondo, pues no faltan en ellos las construcciones gramaticales poco afortunadas, los anacolutos e incluso alguna clamorosa falta de ortografía. Son fallos que afean la apariencia de un proyecto que, justamente por gozar de todas mis simpatías, quisiera ver siempre impecable.
¡ Estaba esperándola !
Gracias mil.
A mandar.
Hola,
Soy Ismael Martínez Biurrun, el autor de «Infierno nevado». Nada, sólo que me ha hecho gracia la errata de Burundi, raro que le pase precisamente a un navarro como yo.
Gracias por reseñar el artículo de Hélice de todas formas!
Mil perdones, Ismael. Alguna jugarreta que me ha hecho el corrector ortográfico. Ahora mismo voy a subsanar el error.