Dos entradas recientes –la una, de Toni Solano, y la otra del Prrofesor Potâchov– han conseguido lo que yo hubiera considerado imposible hace apenas unas semanas: que me decidiera a inscribirme en Twitter, cuyo concepto de microblogging representa poco menos que una antinomia absoluta con respecto a mis propios hábitos de escritura, caracterizados por la verborrea y cierta tendencia a dar vueltas y más vueltas sobre mis temas predilectos.
Pero bueno, más vale tarde que nunca, y hete aquí que el pasado martes me di de alta en este servicio, del que me han sorprendido unas cuantas cosas: en primer lugar, la inmediatez con la que se traba contacto con otros tuiteros, pues al poco de escribir mis primeros gorjeos ya había sido acogido por veteranos del invento (curiosamente, Toni y Néstor entre ellos). La segunda es que la práctica de Twitter exige el dominio de un lenguaje específico, cuya gramática, convenciones y tradiciones todavía no he logrado desentrañar del todo. Y, en tercer lugar, que lo que yo consideraba un servicio de utilidad más bien escasa, por no decir nula, está preñado de posibilidades: entre otras que iré descubriendo, la del contacto inmediato, al estilo chat, pero también la difusión de ideas, de experiencias, y la práctica de técnicas de soporte online que pueden ser muy interesantes para mi trabajo cotidiano.
Gracias a Toni y Potâchov he aprendido, en cuestión de un par de días, a tuitear o microbloguear con aplicaciones específicas, que son algo así como el equivalente de los clientes para blogs, de los que soy tan acérrimo defensor, como Spaz, TweetDeck, Twhirl y la extensión TwitterFox para Firefox. Hasta el momento, los he utilizado todos sin demasiado criterio, aunque TweetDeck me parece el más completo, elegante y funcional.
Por otro lado, he instalado en La Bitácora del Tigre el plugin Twitter Tools, que permite una integración mutua, y muy completa, de Twitter y WordPress, y cuyo funcionamiento, a día de hoy, todavía tengo que acabar de entender y pulir; por ejemplo, no he podido traducirlo mediante el fichero .PO, y me queda por comprobar si, tal como se señala en la lista de funcionalidades, el plugin “avisa” correctamente a Twitter cuando se publica un artículo en el blog. No estoy muy seguro de que esta sea la extensión que más me conviene (Potâchov también me sugirió Twitt-Twoo, que tiene una pinta mucho más fashion, aunque no he conseguido que me funcione bien), pero en cualquier caso ya puedo afirmar que la buena convivencia entre ambos mundos –el de blogueo convencional y el blogueo minimalista- está más que asegurada en La Bitácora del Tigre.
Y por el momento no hay mucho más. El Tigre sigue, con una mezcla de asombro y fascinación, los avisos sonoros y las ventanas emergentes que brotan de sus aplicaciones de microblogging. No estoy muy seguro de saber hallar el camino entre este laberinto de gorjeos, llamadas mutuas y referencias crípticas, que a veces parecen propias de una secta mistérica, con sus ritos de iniciación y sus gestos secretos. Pero eso también me lo parecían los blogs cuando me metí en el negocio…
Antonio dice
Estás atrapado, no huyas, la secta somos todos…
Néstor dice
Bienvenido a la secta.
Tuiteando voy, tuiteando vengo.
Por el camino yo me entretengo :)
Eduardo Larequi dice
Gracias, hermanos de secta, por introducirme con tanta paciencia y sabiduría a vuestros ritos de iniciación.
Lu dice
Yo me resisto. Temo perderme en ese laberinto. Los vericuetos de Twitter son insonsables para mí, no sé hasta cuándo.
Ya nos contarás. Tu espíritu analítico dará buenos frutos de la experiencia. Estoy segura.
Eduardo Larequi dice
Lu, te aseguro que Twitter engancha, aunque es fácil perderse y desorientarse en un montón de conversaciones cruzadas, sobre todo cuando no se mantiene una atención constante. Te aconsejo, en cualquier caso, la lectura de una reciente entrada de Mudejarico: Twitter me enriquece, porque da en el clavo.