El pasado día 22 de agosto, domingo, tocaba excursión campestre. Pilar y yo, en compañía de mi hermano José Ángel, su mujer, Ana, y sus hijos Helena y Javier, decidimos visitar la gran selva de Irati (más de 17.000 hectáreas de una de las masas forestales mejor conservadas de toda Europa), que extiende sus dominios al norte de Navarra, en la muga con Francia. El objetivo era dar la vuelta al embalse de Irabia, rodeado por el hayedo-abetal de Irati.
Era un día de muchísimo calor, y a lo largo de los senderos y en los claros abiertos entre las acogedoras umbrías de este extenso bosque, el sol pegaba con fuerza. Por esa razón, y porque al fin y al cabo tenemos poco de montañeros y mucho de urbanitas domingueros, nuestro paseo fue uno de los más sencillos que se pueden llevar a cabo en este espléndido escenario: un recorrido alrededor del embalse de Irabia, de algo menos de 10 kilómetros y con escaso desnivel.
Los interesados pueden consultar los detalles de esta excursión en un libro de reciente publicación, que no me he resistido a comprar, y que nos fue de gran provecho: Javier Rey Bacaicoa, Txema Iriarte Delgado y Jose Etxegoien Juanarena, Selva de Irati. 15 recorridos básicos y un trekking para descubrir Irati, Pamplona, EGN (Col. «Guías Conocer Navarra»), 2010. La excursión corresponde al «Recorrido 6. Vuelta al embalse de Irabia», y está descrita en las páginas 46-51 de dicho volumen.
Justo Ponce dice
¡Qué envidia! Hace ya varios años que tuvimos el gozo de hacer una caminata por la selva del Irati y es una sensación que permanece.
Manuel Rino dice
Hace pocos años que estuvimos allí. Un sitio precioso!! Tus fotos le hacen justicia.
Saludos Eduardo
Eduardo Larequi dice
La selva del Irati siempre me trae a la memoria el sabor de los cuentos infantiles. Estoy seguro, Justo y Manuel, de que a vosotros os pasó algo parecido cuando estuvisteis por allí. Por supuesto que es un escenario natural de gran belleza, pero yo apostaría el sueldo de esta semana a que la huella en el recuerdo tiene algo que ver con esa sensación de haber entrado, casi de tapadillo, en el mundo frondoso de la imaginación y la fantasía.