Hace un par de semanas fuimos a la Valdorba, a recorrer la ruta de las iglesias y ermitas románicas que jalonan las diminutas localidades de esta comarca, cercana a la ciudad de Tafalla y al abrigo de la Sierra de Alaiz, que la separa de la Cuenca de Pamplona.
Siento una pasión difícil de explicar por estas tierras de monte bajo, chaparros, viñas, olivos y cereal, que conforman un paisaje recio e intenso, seco en verano y muy agradecido para los sentidos en primavera y otoño. Parte de la familia de mi padre era oriunda de esta zona –mi abuelo Ángel Larequi Liberal nació cerca, en Muruarte de Reta– y debe ser cierto que la sangre se ve atraída misteriosamente por el terruño, porque a veces me parece como si los pueblos, los caminos y hasta la conformación de las lomas y los arroyos fueran parte de una historia personal y oculta, que ni yo mismo sé contar.
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