Un servidor ya lleva muchas decepciones a la espalda como para confiar, de buenas a primeras, en las campañas promocionales y en los testimonios de los aficionados incondicionales, sobre todo cuando se trata de películas pertenecientes a ese género tan poco comprendido, y que a mí tanto me gusta, que es la ciencia ficción. Así que cuando me enteré del estreno de Hijos de los hombres, del director mexicano Alfonso Cuarón, que venía avalado por algunos testimonios muy elogiosos, me esforcé en ignorar éstos y limitarme a lo fundamental de la película: director, argumento, intérpretes y poco más.
Tan magra información fue suficiente, sin embargo, para picar mi curiosidad. No suelo ir al cine sin haber leído antes dos o tres críticas y sin haber echado un vistazo a mis sitios web preferidos (La Butaca, la IMDB), pero en esta ocasión decidí correr el riesgo, no sólo para evitar el crudo choque de la realidad con un nivel de expectativas demasiado elevado, sino porque iba al cine solo y por tanto no estaba obligado a presentar argumentos sobre lo idóneo de mi propuesta cinematográfica.
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