Casi me da un síncope al comprobar que desde el pasado 2 de marzo, fecha en la que publiqué un artículo bastante subjetivo e impresionista acerca de ciertos aspectos de la película Avatar, de James Cameron, prácticamente no había escrito nada sobre cine. La única excepción a tan prolongada sequía (y ni siquiera sé si puede contar como tal, habida cuenta de las diferencias entre el lenguaje cinematográfico y el televisivo) fue la extensa crítica sobre la serie The Wire, publicada el pasado 24 de junio. La reciente falta de productividad en una de las secciones emblemáticas de este blog tiene, como siempre, diversos motivos, pero creo que el más decisivo es la competencia que a mí mismo me hago en Twitter (y no es la primera vez que a ella me refiero), porque lo cierto es que en formato microbloguero he seguido haciendo minicríticas, minireseñas, minirecomendaciones, o como ustedes prefieran llamarlas.
Aunque el verano no es la mejor época para la prestar atención a la cartelera, no puedo decir que Pilar y yo hayamos dejado de frecuentar las salas de cine. Ahora mismo, de los títulos que se exhiben en Pamplona tengo vistos unos cuantos (Eclipse, Madres e hijas, Noche y día, Toy Story 3, Una hora más en Canarias, Sunshine cleaning, El equipo A y Mi segunda vez, a los que habría que añadir otros filmes recientes, aunque ya retirados de la programación cinematográfica, como Más allá del tiempo, Océanos, En el límite del amor, Un ciudadano ejemplar, Robin Hood, Two lovers, El pastel de boda, Legión, Kick-Ass, El retrato de Dorian Gray o Tenías que ser tú.
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