Tradicionalmente, la ciencia ficción española se ha movido en el terreno de la precariedad, sometida a la indiferencia, cuando no a la sospecha, de los círculos culturales oficiales, limitada por el amateurismo y una base comercial invisible para el gran público, y con unos resultados creativos que en muy raras ocasiones han sobrepasado el ámbito de los incondicionales del género. Tampoco en el terreno de la crítica las cosas han sido muy diferentes, pues aunque existe una cierta cantidad de estudios y análisis, estos no han llegado a constituir una tradición crítica tan consistente como la que se ha producido en otros géneros y otras literaturas.
No obstante, en los últimos años parece que la ficción científica hispana da señales de mayor brío. Abundan las colecciones de narrativa de ciencia ficción (aunque con el inevitable predominio de las traducciones a partir de originales de procedencia anglosajona), se editan revistas, fanzines y publicaciones de variado pelaje, algunos premios se afirman prestigiosos y crecen como los hongos tras la lluvia los sitios web dedicados a la promoción del género. Y, lo más importante a mi entender: aparecen claras señales de que el proceso de reflexión y análisis, siempre imprescindible para la consolidación y dignificación de cualquier actividad artística, se afianza y amplía su radio de influencia.
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