Me alegra mucho que la larguísima interrupción que ha padecido la sección de reseñas cinematográficas de este blog (el paréntesis se abrió nada menos que el 23 de febrero de 2011, fecha en que publiqué una crítica muy extensa de Valor de ley, de los hermanos Coen), se haya quebrado al fin con esta reseña de Mercado de futuros, segundo documental de la directora de origen soriano, afincada en Barcelona, Mercedes Álvarez. Por supuesto que me complace que haya cesado una sequía tan larga (tal vez a imitación de lo que ha ocurrido en este mes de abril ya a punto de terminar, que se ha desquitado con creces de un invierno muy seco), pero sobre todo me llena de gozo el poder confirmar la promesa que en su día nos anunció Mercedes con su extraordinario primer largometraje, El cielo gira, que reseñé en este blog cuando la publicación apenas tenía un mes de vida. Por último, no sería fiel a la verdad si no reconociera mi alegría por ver consagrado en letras de molde el nombre de mi amigo Arturo Redín, coautor del guion junto con la directora de la película.
Hay muchos (y, conociendo a Arturo y Merche, seguro que inevitables) puntos de contacto entre los dos documentales: los temas de la memoria, la pérdida y el olvido, el contraste entre el ritmo del mundo moderno y otros ritmos secretos y antiguos que no aparecen en los medios de comunicación pero tienen más realidad y sustancia que aquel, la serenidad y el reposo de la puesta en escena, la capacidad de la cámara para ver lo esencial y no solo para mirar, el montaje por contraste que sin alterar la verdad original de las imágenes les otorga otro significado mucho más hondo, la importancia del silencio como alternativa a una bambolla de palabras, de gestos y de ruidos que nada significan, los personajes auténticos e insólitos, que parecen haber salido de una obra de ficción pero son tan reales –o más– que las innumerables gentes anónimas que nos encontramos a cada paso.
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