Hace ya varios años que leí El cromosoma Calcuta (1996), del escritor indio Amitav Ghosh. Aunque era una novela compleja y no siempre fácil de seguir, con sus distintas líneas narrativas y su absorbente mezcla de aspectos de ficción científica con una atmósfera densa y alucinatoria, recuerdo que me produjo una impresión muy favorable. Ahora acabo de terminar La marea hambrienta, una novela de indudable interés, aunque a mi modo de ver no llegue a la altura de la que acabo de comentar. Por utilizar una metáfora que tiene mucho que ver con la profesión de su protagonista, La marea hambrienta constituye un ejemplar novelístico raro y delicado.
En principio podríamos considerarla como una novela de amor entre dos personajes pertenecientes a mundos muy diversos –Piya, una cetóloga norteamericana de padres hindúes, que ha llegado a los manglares de los Sunderbans, en el Golfo de Bengala, para investigar los hábitos del orcaella brevirostris o delfín del Irrawady, y Kanai, un apuesto traductor y empresario de Delhi, que viaja a las islas a petición de una tía suya para leer los diarios que el esposo de ésta dejó escritos antes de su muerte–, aunque en realidad se trata más de una historia de amor a la tierra y al paisaje que de un relato amoroso convencional. De hecho, la pasión erótica apenas aparece entrevista en una novela que destaca por lo delicado y pudoroso del tratamiento de las relaciones personales. Y aunque prácticamente no hay una escena de amor en toda la novela (las que aparecen tienen un tono difuso o evocado), en gran parte de ella se respira una tensión erótica muy singular.
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