Espero que Felipe Zayas me perdone por (casi) copiar el título del artículo que escribió el pasado viernes, pero no he encontrado mejor forma de reconocer la deuda de inspiración que tengo contraída con Darle a la lengua desde hace mucho tiempo y, al mismo tiempo, de reflexionar en público sobre las circunstancias, propósitos y peculiaridades de mi participación en este popularísimo servicio de microblogging y red social.
Si he de ser sincero, deberé confesar que entré en Twitter siguiendo la moda, con poca o ninguna confianza en la utilidad del servicio y notorio escepticismo respecto a mi persistencia. En esta actitud influía no sólo mi naturaleza, bastante refractaria a los cambios y desde luego muy hostil a la brevedad que impone el microblogueo, sino mi reiterada experiencia con los servicios de marcadores sociales (por cierto, Felipe también acaba de publicar un buen artículo sobre el etiquetado en dichos servicios), a varias de cuyas encarnaciones me he suscrito, pero en ninguna de las cuales he sido capaz de persistir.
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