En los últimos días, la blogosfera educativa ha registrado estremecimientos muy visibles (no llegan a la categoría de movimientos tectónicos, pero casi) en torno a la iniciativa conjunta de Red.es, el Ministerio de Educación y Ciencia y las comunidades autónomas para crear una plataforma de objetos digitales educativos.
Yo sé algo del tema porque me ha tocado participar en las laboriosas reuniones que se han sucedido para determinar la configuración de la plataforma y fijar el estándar de metadatos con el que deben describirse los objetos de aprendizaje. Un estándar, por cierto, muy ambicioso y realmente complejo, que a los expertos apasionaba pero que a los simplemente iniciados en la materia se nos hacía bastante cuesta arriba (ahora que no nos oye nadie puedo reconocer en voz baja que, cada vez que tenía que enfrentarme a las revisiones de los documentos que describen el perfil de metadatos, acababa teniendo que recurrir a una dosis masiva de analgésicos).
El tono que se percibe en las entradas que gente tan cualificada en la blogosfera educativa como Aníbal de la Torre, Alejandro Valero o Fernando Santamaría (encarezco la lectura de sus entradas y de los muchos comentarios que han suscitado), han dedicado a este asunto se puede definir, por decirlo suavemente, como de escepticismo en sus diversos matices: más radical el de Aníbal, algo más matizado el de Fernando.
No me parece mal su actitud. Es más, habida cuenta de la trayectoria de otros “megaproyectos” emprendidos por las administraciones educativas y de ciertos aspectos de la plataforma que luego comentaré, la considero muy necesaria, y hasta de sana higiene mental. Ahora bien, ni la plataforma es uno de “estos inventos externos a los profesionales de la educación», tal como afirma un comentario de Pepe Hernández a la entrada de Aníbal de la Torre (pues ha sido diseñada por docentes, y con la perspectiva de su utilización por parte de docentes), ni desde luego carece de virtudes o de utilidad.
De hecho, puede ser un recurso fundamental para cualquier profesor, desde el que está cómodo con métodos tradicionales hasta el situado en la más rabiosa vanguardia, eso de contar con un enorme repositorio distribuido, en el que poder localizar cientos o miles de materiales digitales, y donde cualquier profesor (bueno, no exactamente cualquiera, la plataforma exigirá probablemente un alto nivel de competencia a quien desee aportar sus materiales) pueda colgar los recursos educativos que ha generado, una vez adecuadamente etiquetados y catalogados.
Por otra parte, los criterios educativos y técnicos que han guiado el diseño de esta plataforma no presuponen, en sí mismos, ninguna posición metodológica o concepción del aprendizaje, de forma que en ella pueden albergarse recursos correspondientes a muy diferentes planteamientos didácticos. De hecho, se insistió en que la plataforma sepa encontrar aquellos recursos de muy bajo nivel de agregación que permitan a los docentes interesados en ellos construir sus propios objetos de aprendizaje, que eventualmente podrían volver a clasificarse y etiquetarse en un nivel superior de agregación. Otra cosa es que, como consecuencia de los términos del concurso convocado por Red.es (véase un resumen en Octeto), las editoriales vayan a llevarse la parte del león en el desarrollo de los objetos educativos y, en consecuencia, los creen, etiqueten y almacenen de acuerdo con sus propios intereses y criterios.
A este respecto, me gustaría señalar que los términos del citado concurso los ha fijado la entidad Red.es, que es la que corta el bacalao, porque es la que pone el dinero. Las perspectivas e intereses que presiden el trabajo de Red.es no son exactamente los mismos que los que mueven las actuaciones de las administraciones educativas (no digamos nada respecto a los intereses de los docentes), lo cual ha generado inevitables divergencias y discusiones, algunas públicas y otras sotto voce, especialmente sobre una circunstancia tan polémica como la de la posible futura comercialización de los productos educativos derivados del concurso (un aspecto sobre el que llama la atención, por ejemplo, el comentario de José Fernando a la entrada de Alejandro Valero).
En todo caso, la existencia de una plataforma de objetos educativos como la que se ha diseñado no tiene por qué impedir o dificultar que los docentes que con su esfuerzo personal trabajan en desinteresada cooperación para la elaboración de objetos digitales educativos puedan seguir haciéndolo, o incluso que puedan incrementar el valor del repositorio con las creaciones que se derivan de su esfuerzo (la teoría de la plataforma lo hace perfectamente posible, si bien es razonable albergar cierto escepticismo sobre lo que luego ocurra en la práctica, aunque no sea más que por lo complejo del estándar de metadatos necesario para describir adecuadamente los objetos). Téngase en cuenta que a las administraciones les corresponde la obligación de proporcionar recursos a toda la comunidad educativa, desde criterios que no tienen necesariamente por qué coincidir con los de docentes como Aníbal de la Torre, Alejandro Valero y Fernando Santamaría, embarcados en proyectos muy dignos de estimación, aunque como ellos mismos reconocen, por el momento minoritarios.
Es verdad que da mucho coraje que la gente que se deja la piel en la Red (los tres blogueros que he citado no son, ni mucho menos, los únicos a los que se puede aplicar esa hipérbole), y cuyas únicas motivaciones son la afición personal y el interés por mejorar la calidad de la enseñanza, no obtengan el reconocimiento y el crédito que merecen sus aportaciones. Es verdad que parece que siempre se aprovechan los mismos de los dineros públicos, gobierne quien gobierne. Y es verdad, por último, que están implicados en este asuntos intereses económicos muy potentes, especialmente los del mundo editorial, para quienes la blogosfera educativa y muchas de las iniciativas que la forman constituyen una amenaza nada fantasmagórica.
Admitido todo esto, tampoco parece lógico echar en saco roto una iniciativa como la de la plataforma de objetos digitales educativos, técnicamente muy ambiciosa y en la que ha existido un esfuerzo de colaboración entre las distintas administraciones educativas cuya intensidad y alcance, a los que creen que en este país nuestro siempre nos dejamos arrastrar por un gen anarcoide y patológicamente identitario, sorprendería mucho.
Pepe Hernández dice
Todos esperamos que la iniciativa sea un éxito, pero desde la periferia surgen algunas dudas: los objetos de aprendizaje que elabore el profesorado ¿se podrán colgar en la plataforma? ¿cuál ha sido el motivo de descartar la participación del profesorado, de forma complementaria a la empresarial, y a través de concursos (no de designaciones), en la elaboración de objetos de aprendizaje? ¿qué sucederá con los recursos preexistentes, como CLIC o Descartes, se ha pensado en «reciclarlos»?.¿es esto un «borrón y cuenta nueva», un salto cuántico, no hay evolución del sistema de apoyo a la enseñanza con TIC?
La iniciativa puede ser buena, y en ella estamos trabajando a nuestra escala, pero no abrirla a la comunidad educativa y convertirla, por ahora, solamente en una iniciativa de corte empresarial, dada la embregadura de los fines, puede levarla al fracaso.
Quizás desde Murcia lo vemos feo, pero aquí no parece que la Consejería esté por la labor, pese a los convenios firmados.
Eduardo Larequi dice
En principio, la plataforma se ha diseñado pensando en que pueda admitir recursos ya existentes, y por supuesto los que elabore el profesorado. Esto no quiere decir que cualquiera pueda entrar en la plataforma y añadir sin más ni más un recurso, dado que probablemente las administraciones educativas establezcan filtros o protocolos de actuación al respecto.
Hay que esperar, en cualquier caso, a comprobar cómo evoluciona el proyecto. A mí no me apasiona la dimensión empresarial que ha adoptado, pero le doy un voto de confianza.
Celestino Arteta dice
Desde luego cualquier iniciativa encaminada a poner un poco de orden en la inmensa maraña de buenas aportaciones individuales será bienvenida. Los profesionales de la educaión interesados en las nuevas tecnologías necesitan un referente muy claro, una plataforma a la que dirigirse para seleccionar sus contenidos educativos y este proyecto (por lo poco que conozco a través de algunos blogs) parece que quiere ser ese referente. Por contra por lo que comenta Eduardo y otros comentarios sobre el tema, parece que el peso específico del proyecto puede recaer sobre editoriales potentes que quiza no vayan en la misma sintonía que el profesorado. Pero eso, tiempo al tiempo, habrá que corroborarlo una vez que el proyecto sea una realidad. Pero de cualquier manera seguro que contribuira a poner un poco de orden en la distribución de contenidos educativos via internet.
Eduardo Larequi dice
Un blog muy interesante el tuyo, Celestino. Creo que muchos de los recursos que comentas van a serme muy útiles.
E.L.S. dice
Sabemos que las ideas son buenas después de realizarse. Antes tan solo son: ideas»
Si tuviera una editorial, me frotaría las manos. Dinero calentito. Y además editando con el producto ya vendido antes de haberlo realizado.
Me parece que una condición indispensable tendría que ser que todos los productos colgados tuvieran licencias Creative Commons (que reconozcan la autoría), y con el código muy clarito, para que puedieran adaptarse, o modificarse a las circunstancias de cada profesor.
Es obvio, pero hay que decirlo, que cada vez habrá más docentes con niveles suficientes de conocimientos informáticos como para poder readaptarlos. Lo cual supondría una mayor rentabilidad de los esfuerzos iniciales al ser reutilizables. Supondría poder mejorarlos con el tiempo através de la colaboración de muchas personas y se aprovecharía la experiencia de los docentes.
Si las editoriales o particulares quieren presentar un producto con Copyright, están en su derecho, pero que se enfrenten a la competencia de la distribución y el mercado. Es su ley, o no?
Ahora, también se compran productos con Copyright en Instituos, Colegios… pero ese es otro tema.
Dudo mucho que una editorial ponga un producto: «único», «inimitable», «exclusivo» «definitivo en cuanto a como enseña» que tenga que ser comprado necesariamente para que la calidad educativa no decaiga.
Si algo podemos aprender de los blog, wikis, youtube… es que las comunidades tienen un gran poder de producción. Y mucho más barato por su puesto.
Supongo que todo lo que llevan trabajando los docentes en estos temas de objetos educativos digitales durante estos últimos años, ha sido con algún acierto o estabamos todos «mirando al sol».
Es más fácil y rápido sacar de la faltriquera un montón de millones (con polvora ajena bien se tira), salir a la calle (léase sacar el pliego de condiciones de un concurso) y aparecer en los periódicos y prensa diciendo que «menudo repositorio hemos creado, al menos 1800 objetos de una tacada».
Es la demostración de la falta de ideas, de planificación y de capacidad de gestión de muchos de los departamentos educativos que nos asisten incapaces de saber gestionar los conocimientos de tantos departamentos, CPR, proyectos de innovación, congresos, seminarios, grupos de trabajo…
Un saludo