
Hoy he mantenido una breve conversación telefónica de otra época, que me ha hecho pensar. Mi interlocutor era un operario de unos grandes almacenes que había acudido a casa de mis padres para instalarles un televisor nuevo, uno de esos monstruos enormes con pantalla plana y sintonizador TDT incorporado, que sustituye a una antigua tele de tubo, recientemente fallecida de agotamiento y consunción.
Mi madre me ha llamado, un poco nerviosa, para decirme que, según los instaladores, la tele no cabía en el mueble frontal del cuarto de estar. Pilar y yo nos habíamos encargado de la compra en su momento, así que el encaje del aparato en el mueble era para mí casi una cuestión de honor. «Imposible -le he contestado-; anotamos las medidas del mueble y las comprobamos, metro en mano, en la tienda». Al percibir las vacilaciones de mi madre, le he dicho: «pásame con el instalador, por favor».
Puesto al habla con el operario, enseguida he notado que era un hispanoamericano, muy formal, extraordinariamente correcto y educado. «Caballero», «señor», me ha dicho en varias ocasiones. Yo le he aclarado que la tele había sido medida con cuidado, y él ha aceptado mis explicaciones y me ha prometido que harían los esfuerzos necesarios para instalarla. Al acabar la conversación, se ha despedido con una frase inolvidable: «le paso con su señora madre».
No, no era una frase extraída de una novela de otra época, ni de un culebrón colombiano, ni de uno de los artículos de prensa en los que Javier Marías evocaba, con cierta zumba, la relación con su padre. Era, en cambio, una expresión habitual en la lengua cotidiana de un técnico de televisores que, a pesar del calor que hoy hace en Pamplona, y del sofoco de las probatinas, sabe comportarse con unos modales exquisitos, que los españoles hemos olvidado hace décadas y que consideramos reaccionarios o poco menos.
No siempre es fácil la convivencia con los inmigrantes, que traen consigo hábitos y modos de ver la vida muy distintos a los nuestros, incluso cuando se expresan en el mismo idioma. En todo caso, nuestra brevísima conversación demuestra que tenemos mucho que aprender de ellos: paciencia, dignidad, educación y unos modales que dejan nuestras habitualmente ásperas maneras (y en Pamplona somos especialistas en el trato frío y descortés) a la altura del betún. Cuánta falta hacen en nuestra sociedad, y más todavía en nuestras aulas, los modales exquisitos de ese instalador de televisores.
Ah, y la tele cabe; muy justa, pero cabe, y además se ve de cine, como era de esperar.
Fantástica la llamada de atención.
Quizá debamos entonar un ‘mea culpa’ de este falsa idea reinante que pretender quitar barreras de comunicación a base de convencernos para hablar lo más descuidada y/o maleducadamente posible.
Saludos
Efectivamente quizás hayamos perdido un poco las formas y el respeto en estos últimos años, pero tengo que decir que no estoy del todo de acuerdo contigo.
Para nosotros la gente de habla hispanoamericana nos parece eso, muy educada, hablan de usted, etc, pero ( al menos en base a lo que me hicieron estudiar hace un par de años de las diferencias entre el español de aqui y de alli) realmente no es que sean mas educados que nosotros, sino que se expresan de esa manera, pero de forma cotidiana hablando con sus amigos «ustedes esto o lo otro» porque es lo habitual en su forma de hablar. Al seguir hablando así en un contexto distinto donde eso no es lo habitual, notamos la diferencia y la interpretamos de la forma que se ve en nuestra cultura.
PD: A ver si estas navidades tambien nos agenciamos en nuestra casa una buena tele de esas que ya toca…
Opino como CioN, la educación hay que extenderla también a la forma de actuar, no sólo al lenguaje.
Hace poco ocurrio la siguiente situación, una niña de corta edad 5 ó 6 años arroja(en un principio » se le cae») a la acera una caja de cartón con palomitas, al verlo una persona adulta, se lo comenta a su acompañante, una mujer de mediana edad con aspecto latinoamericano, que le contesta «que la niña no quiere más» y se queda tan campante, ni recoge las palomitas, ni le dice a la niña que lo tire a la papelera.
De todas formas no quiero acusar a ningún grupo en particular, pues veo a menudo delante de mi casa , como los jovenes se juntan con sus latas de refrescos y bolsas, y en muchos casos se van dejando todo en la hierba y son niños de buenas familias, eso si unos guarros.
Si señor, Eduardo, felicidades por traer al blog estas pequeñas historias de cada día. La verdad que en el sentido que apuntas, tenemos mucho que aprender de los modales y la manera de expresarse de estas personas.
Saludos
Tenéis razón cada uno a vuestra manera, CioN y Víctor. Es verdad que en ciertas ocasiones los buenos modales se quedan en eso, en apariencia, y que también entre la población inmigrante se dan conductas incívicas. Pero a mí me interesaba destacar la importancia que tienen para la convivencia cotidiana unos hábitos de urbanidadn que hace años que se han perdido en nuestro país. Seguro que Celestino, que conoce bien el mundo educativo, estará de acuerdo conmigo.
Ayer les enseñé a mis padres el texto que había escrito con motivo de la instalación de su tele, y les hizo mucha gracia.
Creo que, aunque las anécdotas no se pueden elevar al rango de categorías, sí que vale la pena -dado el contexto de desconfianza y prevención ante el extranjero- airear estas muestras de conducta civilizada. Yo, por mi parte, podría también señalar el exquisito trato que suelo recibir de los padres de mis alumnos latinoamericanos.
Saludos, Eduardo y compañía.
Estoy de acuerdo con vosotros en que las formas son muy importantes, sobre todo las formas lingüísticas, que hay que cuidar, independientemente de que sean más o menos huecas. Es verdad que muchos sudamericanos que viven actualmente en nuestro país parecen muy educados en el trato.
Bueno hay de todo, hay inmigrantes muy educados y corteses, y otros que quizás por «contaminación» nuestra, entre otros factores, son todo lo contrario.
Pero nada diferente a lo que puedas encontrarte por acá. He visto vendedores locales extremadamente educados al igual que todo lo contrario. Lo que si es curioso es al extremo que hemos llegado cuando nos tenga que llamar la atención un comportamiento que debiera ser lo habitual.
Respecto a la tv, creo que eso del «sintonizador TDT incorporado» es un error. Mejor que vaya aparte. Y me explico, en caso de que el aparatito falle, no queda otra que llevarse la tv al completo al servicio técnico. En cambio si fuese por separado, sólo habría que llevar el sintonizador. Aparte de que hay más margen de elección si compramos cada cosa por separado. ;-)