Desde el Grand Café de Funchal, conectado a Internet con la PDA y a través de la excelente WiFi pública de Madeira (a ver cuándo las ciudades turísticas españolas toman ejemplo), escribo la presente entrada.
Sopla una suave brisa entre los jacarandás, suenan a nuestro alrededor las melodiosas cadencias de la lengua portuguesa, y los días de trabajo y prisa parecen cosa de otra vida y otro mundo muy lejano.
Resulta tópico decirlo, pero qué bien se está de vacaciones, entregado con fruición a la noble tarea del dolce far niente. Dan ganas de no volver nunca a casa…
JMGS dice
¡Caramba, qué envidia, Eduardo! Aprovecha todo lo que puedas la benigna brisa del Atlántico y, sobre todo, la suave cadencia portuguesa, que es algo incomparable.
Eduardo Larequi dice
Por no hablar, José María, de las facilidades que para el bloguero ambulante tiene la isla: conexión WiFi abierta y gratis en lugares céntricos de muchas localidades, en los centros comerciales y hasta en el ferry que hace el trayecto entre Funchal y Porto Santo, centros públicos con servicios informáticos a un precio más que razonable (por ejemplo el de la Praça do Municipio, en Funchal, desde donde escribo ahora), etc., etc.
Si me hubiera traído el portátil (ahora me pena), habría podido escribir sobre algunas de entre las muchas maravillas que atesoran estas islas. Desde la PDA y el iPod también se puede escribir, pero cuesta tanto…
may dice
Qué envidia!! yo estuve hace 3 años y me pareció una isla preciosa.
Quiero volver