
Que el nombre de uno aparezca en letras de molde en un medio tan importante como El País debería ser motivo para la satisfacción de esa pequeña (en mi caso, no tan pequeña) vanidad que un servidor lleva dentro. En fin, ojalá que el artículo sea para bien, a pesar de que ni su título ni su contenido hacen la debida justicia a la iniciativa por el reconocimiento oficial del trabajo con las TIC, en la que tanto esfuerzo hemos invertido unos cuantos compañeros y compañeras.
Me da un poco de apuro que mi nombre, a diferencia del de otros colegas, vaya acompañado de un título un tanto rimbombante y en el fondo superfluo. Y todavía más coraje me da que la selección de nombres que figura en el artículo no haya sido más amplia. No quiero hacer de menos a nadie, pero no entiendo cómo se ha podido dejar fuera del artículo a Néstor Alonso, animador de muchos cotarros TIC, polemista agudo e incansable, y diseñador, entre muchos otros geniales, del logo de la iniciativa.
Ya sé que no lo necesitan, pero esta entrada va en desagravio de Néstor y otros compañeros que han sabido pelear por lo suyo (que es nuestro, de todos) en buena y civilizada lid. Y me sumo a la elegante protesta de Ángel Puente por la poca coherencia demostrada por el matutino madrileño al publicar en su edición digital un texto tan horro de los imprescindibles hipervínculos. Claro está que con su iluminador comentario a la entrada de Ángel, Lourdes Barroso nos aclara muchas cosas a quienes seguimos siendo unos ingenuos.
En fin, no quiero ser más cáustico de lo necesario. Como he dicho antes, ojalá que el artículo cumpla todos sus objetivos, y alguno más. A ver si el Ministerio y las demás administraciones educativas (ahora sí, me pongo oficialista, y os aseguro a todos que sigo machacando sobre el mismo clavo, siempre que puedo y me dejan) se ponen las pilas, cuanto antes.
Addenda tras matices
Las líneas anteriores han sido redactadas (que no publicadas) antes de que Néstor Alonso diera a la luz un certero artículo sobre este mismo asunto, en el que deja meridianamente claro cuál fue el propósito que le animó a participar en la iniciativa. Estoy muy de acuerdo con sus palabras, y reconozco que mis propias ideas iban más por el asunto de las publicaciones digitales que por el de la reivindicación cruda y en bruto de «el trabajo con las TIC». Con todo, creo que una cosa es inseparable de la otra, pues un reconocimiento oficial de aquéllas constituye, de uno u otro modo, un acicate o impulso, todo lo limitado que se quiera, para la integración curricular de las nuevas tecnologías en el aula.
En un comentario de Emilio Quintana al artículo de Néstor se moteja la reivindicación del reconocimiento oficial del trabajo con las TIC como una iniciativa «delirante». Al margen del calificativo, que me parece excesivo (y, si he de ser sincero, hasta un poco ofensivo), sus argumentos son dignos de consideración. No obstante, no hay que echar en saco roto lo que parece en vías de conseguirse: si a través de la iniciativa (que puede tener puntos dudosos y hasta desenfocados), se consigue mover obstáculos en temas como el reconocimiento de las publicaciones digitales o la modificación del sistema de selección del profesorado, se habrá conseguido un avance indiscutible.
Mandé un mensaje a la redactora para agradecerle el tratamiento y para decirle que habían quedado fuera otras cosas importantes para nosotros, como por ejemplo el manifiesto. Me contestó que el espacio en el periódico es limitado.
En cuanto a la discusión en el blog de Potachov, no me parece muy centrada en la situación actual del aquí-ahora. Todos podemos ponernos en plan filosófico, pero, a la hora de trabajar, uno exige normativas concretas y respuestas claras.
Es cierto lo que comentas, comparto el sentimiento. Creo que hemos hecho lo que hemos podido para el artículo no se nos fuera de las manos, de hecho se ha quedado en poco más que unas cuantas citas, pero todo lo demás se nos escapa.
Yo le comuniqué a la periodista la respuesta a nuestra demanda, con el fin de que actualizara la información, pero tampoco sirvió.
Por lo que respecta a la discusión con Emilio Quintana, no encuentro ningún argumento que rebatir.
!Impecable!
Siempre he creído que la buena educación es un requisito indispensable para poder educar bien…
Un cordial saludo.
Y si te digo, Eduardo, que yo solicité expresamente a la redactora del artículo que no me mencionara.
Le facilité toda la información e incluso los correos de quienes consideré más implicados en la reivindicación.
De todas formas, ya se sabe que la prensa está sujeta a filtros de forma (número de columnas y caracteres) además de los de contenido e ideología. Por lo que vengo observando, en las páginas de educación de El País y también en otros periódicos sólo se airean estadísticas catastrofistas o experiencias exitosas. Extremos que no describen la verdadera realidad educativa.