El día 20 de julio, lunes, hicimos una visita relámpago a la isla de Ibiza. Aprovechando que estábamos cerca (en Gandía, para ser más exactos), reservamos billetes en el transbordador de la compañía Baleària que une la ciudad alicantina de Denia con la mayor de las islas Pitiusas y, tras levantarnos a unas horas impropias del descanso vacacional, embarcamos en el ferry Patricia Olivia, un catamarán de alta velocidad, que realiza el trayecto entre Denia y la ciudad de Ibiza en apenas dos horas y media.
Tanta presteza tiene su precio (además del de los billetes, ciertamente elevado), porque el pasaje no puede salir a la cubierta, y viaja encerrado entre las paredes acristaladas de los salones del buque, muy cómodos, sí, pero un tanto tediosos, especialmente cuando el secreto propósito del viajero es chafardear a su gusto por el buque, respirar la brisa marina y, por supuesto, disparar su máquina sobre un blanco tan fotogénico como un barco de pasaje en alta mar.
Debido a tales limitaciones, no pude tomar fotos desde el barco, ni a la ida ni a la vuelta, pero me desquité ampliamente una vez en la isla, que tanto a Pilar como a mí nos pareció encantadora. Tengo que reconocer que yo alimentaba un cierto prejuicio contra el tópico vacacional ibicenco (ya se sabe, las cuatro eses de sea, sun, sex y sangría, con el aditamento de las macrodiscotecas y los DJ de postín) pero lo que encontramos fue una ciudad agradable, discreta, elegante y limpia, con un sabor histórico interesantísimo (sólo las fortificaciones renacentistas, realizadas en tiempo de Felipe II, merecen la visita), y una isla de gran belleza y colores purísimos, relativamente bien tratada por la fiebre edificadora que ha asolado casi todos los litorales mediterráneos españoles.
Es cierto que recorrimos la ciudad de Ibiza por la mañana, y con mucho calor, circunstancias que probablemente no son las mejores para captar el tono vital característico que ha hecho tan famosa a la ciudad y la isla en todo el mundo, pero en todo caso nuestra estancia matinal en la ciudad, y el recorrido que hicimos por la tarde en coche por algunos de los lugares y localidades más emblemáticos de la isla, nos convencieron de anotarlas en nuestra agenda como destino para las vacaciones de los próximos años. A ver si caen también Formentera y Cabrera, aunque en este segundo caso las peculiaridades de la isla, Parque Nacional Marítimo Terrestre, nos lo ponen bastante más difícil.
[…] que la de mi colega (al fin y al cabo fue la lectura de mis dos o tres primeros días de vacaciones levantinas), tampoco pude sustraerme a esa peculiar variedad de la deformación profesional que nos afecta a […]