Hoy me han contado una anécdota estupenda: un profesor universitario, conocido por su rigor y severidad (un “hueso”, vamos), se entrevista con un alumno, que reclama la calificación de un examen (suponemos que negativa, o al menos inferior a la que éste consideraba justa). El alumno no se da por satisfecho con las explicaciones del profesor y en determinado momento señala: “pero es que usted no sabe quién soy yo”.
El profesor, herido en lo más hondo, comienza a subirse por las paredes ante lo que considera un intolerable intento de intimidación y una falta de respeto. Otro colega universitario escucha el escándalo que comienza a montarse e interviene. Al final, después de mucho templar gaitas y pedir serenidad a unos y otros, se consigue averiguar la verdad: el profesor había confundido el ejercicio del reclamante con el de otra persona; el alumno, al darse cuenta del error, se lo había advertido con la mejor de las intenciones, pero el docente malinterpretó la observación, con los resultados ya sabidos.
La anécdota (no sé si es real o apócrifa, pero como dirían los italianos, se non è vera, è ben trovata) sirve para ilustrar la importancia de los elementos extralingüísticos –en este caso, la identidad del reclamante y la del autor del ejercicio que estaba revisando el profesor- en el proceso de comunicación, y también para suscitar una reflexión sobre cómo determinados mensajes –en el suceso que nos ocupa, una observación inocente que coincide palabra por palabra con una frase hecha que habitualmente se interpreta como signo de arrogancia y prepotencia- pueden adquirir significados singulares en función de circunstancias no fáciles de objetivar: no sólo el tono, la intención y la actitud de los hablantes (gestos, posturas, entonación, prosodia), sino también otros factores todavía más sutiles, como las presuposiciones, inferencias y grado de conocimiento del mundo que emisores y receptores tienen en mente en el momento de emitir sus mensajes.
Me parece un buen ejemplo para usarlo en clase, así que quien lo necesite lo tiene a su entera disposición, sin necesidad de citar la fuente. Y si algún colega desea complementarlo con una anécdota parecida que sea publicable –algunas no lo son- ya sabe que será bienvenido el correspondiente comentario.
Antonio dice
Existe un vídeo con contenido similiar: Usted no sabe quién soy. La competencia pragmática ha sido la cenicienta en muchos institutos, pues los profes entendían que lo importante era la corrección gramatical y la competencia lingüística. En mi centro, la pragmática (aplicada a textos de uso común) es una de las prioridades; sin embargo, eso implica renunciar a exámenes tipo test o a ejercicios de rellenar huecos, algo bastante cómodo cuando uno está acostumbrado a ello.
Eduardo Larequi dice
En realidad, el trabajo sobre los textos desde la perspectiva de la pragmática nos lleva a los viejos, pero todavía utilísimos, moldes de la retórica, y a un trabajo «humanista» de lectura cercana a los textos, que me temo se ha ido perdiendo. Y es que hasta los textos más simples exigen estrategias de lectura, de análisis y de interpretación que pueden llegar a ser muy complejas de poner en práctica, y más todavía de enseñar.
Se me olvidaba darte las gracias, Antonio, por este estupendo contraejemplo en vídeo.
Manuel dice
Muy buena anécdota, y muy interesante explicación. Estaría bien contar con un «banco de microtextos» para ejemplificar cuestiones lingüísticas y/o literarias. Gracias por esta anécdota. ¡Y por toda tu labor compartida en internet!
Eduardo Larequi dice
Es una idea excelente, Manuel, pero a ver quién le pone el cascabel a ese gato, porque además de seleccionar los textos, habría que clasificarlos, metadatarlos, incluir un aparato teórico, etc. Un trabajo muy, muy arduo, que sólo se puede abordar desde una comunidad organizada de usuarios. Pero, insisto, la idea es excelente.
Manuel dice
Pues estaría bien comenzar un «wiki-proyecto» bajo tu dirección. Para ver los elementos de la comunicación y los malentendidos que provoca una incorretca interpretación de la comunicación no verbal, a veces he utilizado la disputa entre el griego y el romano, del Librio del Buen Amor.
Pero, claro, habría que elaborar un breve comentario.
Seguiremos en contacto.
Manuel dice
*Librio no, Libro.
Lu dice
Es buenísima, Eduardo. El hecho de que suceda en un contexto educativo universitario le da más caché.
albert dice
La anécdota es muy buena, e ilustra muy bien el hecho de que la dichosa frase ya sea muy difícil entenderla con otro significado diferente al que nos han acostumbrado tantos prepotentes.
De todos modos, para no meterme en líos, yo no la usaría si alguien me confunde con otro…
Saludos
Eduardo Larequi dice
Gracias por la confianza que me concedes, Manuel, pero ahora mismo no soy la persona idónea para liderar ese wikiproyecto; no obstante me reafirmo en que se trata de una idea excelente.
Por otro lado, creo que en pocas semanas podré dar novedades de mucho interés sobre textos, tipología textual, estrategias de lectura y demás. Seguro que os resultarán muy útiles.
También yo pienso que es una anécdota muy sabrosa, Lu y Albert, y por eso me decidí a transcribirla en cuanto me la contaron. Ahora bien, a tenor del enlace proporcionado por Antonio, cada vez estoy más convencido de que es una historia apócrifa, lo que, a efectos de su uso como ejemplo, no le quita valor.