Este pasado sábado leí en Babelia una reseña de José María Guelbenzu a propósito de Los mares grises sueñan con mi muerte, una colección de relatos del escritor inglés William Hope Hodgson, recientemente publicada por la editorial Valdemar (cuántas horas de lectura le debemos los amantes de la literatura fantástica) en la colección “Gótica”. Conocía a Hodgson por las elogiosas referencias que H.P. Lovecraft le dedicó en El horror sobrenatural en la literatura (si no recuerdo mal, creo que alguna vez también Jorge Luis Borges escribió sobre su narrativa), por algunos cuentos leídos en diversas antologías, y sobre todo por una novela que en mi etapa de devorador de historias fantásticas y de terror, allá por la mitad de la década de los ochenta, me gustó mucho, La casa en el confín de la tierra.
Fue suficiente con una lectura oblicua de los datos que Guelbenzu ofrecía en la reseña –cuentos de ambiente marinero, una biografía del autor culminada por una muerte terrible en el infierno de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, la idea del mar como un “abismo insondable donde moran extrañas y aterradoras criaturas y operan fenómenos que trastornan la razón humana”–, para comprender que nunca podría resistirme a la tentación del libro de Hodgson. Me faltó tiempo para coger a Pilar del brazo (más vale que habíamos planeado comer fuera de casa) y arrastrarla hasta nuestra librería de guardia, para buscar afanosamente en la estantería dedicada a la literatura fantástica. Allí estaba, gracias a Dios, el libro de Valdemar, un grueso y pesado volumen con uno de los elegantes y siniestros diseños de fondo negro y cenefas doradas que son marca de la casa y tanto deleitan a los aficionados a la literatura fantástica.
La edición de Valdemar, a cargo de José María Nebreda, es todo un señor libro, merecedor de cada uno de los 28 euros que cuesta, no sólo por la materialidad del volumen -papel compacto, recio, de tono marfileño, tipografía impecable, una encuadernación poderosa y resistente-, sino por un contenido muy cuidado, pues la selección de relatos va acompañada por una introducción y notas sobre la traducción a cargo de José María Nebreda, un sabroso artículo a modo de epílogo (quizás un poco demasiado sicoanalítico para mi gusto), que con el título de “Mar adentro” firma Jesús Palacios, índice de cuentos, glosario de términos náuticos, esquemas gráficos del aparejo, arboladura y cubierta de un barco de vela, listado de los textos originales a partir de los cuales se ha realizado la edición, y hasta una interesantísima selección de las fotografías que Hodgson tomó durante sus años de navegación (que no fueron especialmente gozosos) por los siete mares.
He leído ya el prólogo y epílogo, tras lo cual me he visto obligado a detenerme para no interrumpir varias otras lecturas que tenía comenzadas (y sus correspondientes y quizás hipotéticas reseñas). Es una dolorosa frustración, de la que sólo he conseguido recuperarme imaginándome sentado en mi sillón favorito durante las vacaciones navideñas, mientras al otro lado de las ventanas cae la nieve o ruge la tormenta, con el libro entre las manos, disfrutando con el tacto y el olor de cada una de sus páginas, la mente perdida en las vertiginosas y ominosas calmas chichas del Mar de los Sargazos… Esa expectación de los libros en papel, ese gozoso porvenir de horas y horas de deleitosos escalofríos que se avizoran en la distancia como la promesa de un paisaje quimérico o de un amor imposible, es una sensación por la que se podría pagar todo el oro del mundo. Dudo mucho que jamás el más perfeccionado lector de libros digitales consiga igualarla.
W. H. Hodgson, Los mares grises sueñan con mi muerte. Cuentos completos de terror en el mar, Madrid, Editorial Valdemar (Col. “Gótica”, 82), 2010. Edición de José María Nebreda; traducción de José María Nebreda y Esperanza Castro, 776 páginas.
Eduardo Larequi (@elarequi) (@elarequi) dice
Publicado un nuevo artículo en La Bitácora del Tigre, levemente antidigital: http://tinyurl.com/35zrrlm
mikirago dice
Totalmente de acuerdo en tu última frase. Para mi desgracia leo más en la cama que en el sillón, una pena.
Eduardo Larequi dice
Yo también soy más de leer en la cama (me refiero a literatura, porque las cosas técnicas y los sitios web los leo sentado), pero queda mejor, más literaria y evocadora, la imagen del sillón. De hecho, Víctor, te voy a contar un secreto: en casa no tenemos ningún sillón especialmente dedicado a la lectura.
Corsario Negro dice
Sólo falta para ambientar nuestro rincón de lectura, que el sillón sea orejero, enfrentado a un buen fuego y echado a los pies nuestro fiel amigo, me refiero al perro.
Eduardo Larequi dice
Para ambientar la lectura de Hodgson, nos imaginaremos ese sillón orejero y un husky peludo y juguetón, con un ojo azul y el otro gris, gruñendo por lo bajinis mientras roe un imaginario hueso de ballena.
Ay, qué triste sería la vida sin la imaginación. Como dice mi padre, lo único que no cuesta dinero.
Antonio dice
¡Qué casualidad! Lo vi ayer en la librería y también me llamó la atención (aunque pensé que era una antología de relatos de terror marineros de varios autores). Por un momento, me acordé de los escalofríos que me produjeron Gordon Pym de Poe, y las montañas de la locura de Lovecraft, y estuve a punto de regalármelo para Navidad. Ahora esperaré a que des el visto bueno definitivo (supongo que a Hodgson no le importará la demora).
P.D. En el mismo Babelia, creo, mencionaban el juego de cartas de Max Aub, otro juguete literario para amantes de las delicatessen.
Eduardo Larequi dice
No esperes a mi visto bueno definitivo, Antonio, porque tardará y ya no llegarás a punto para tu autoregalo navideño. Si te gustan los terrores marinos a la manera de Poe o Lovecraft, Hodgson es tu hombre. Además, un tomazo como el de Valdemar queda muy requetebién en cualquier biblioteca que se precie.
También leí lo de las cartas de Aub, pero después del empacho que me pegué hace años con sus libros, y especialmente con sus cuentos, no me llama demasiado la atención.
Voluntad Inerte dice
En Argentina no tenemos la suerte de poder contar con ediciones Valdemar en nuestras bibliotecas. Estos libros llegan acá a duras penas y los pocos que lo logran están confiscados en la Aduana por un nuevo plan de «fomentación de la industria nacional», que no es más que un intento de limitar la elección del consumidor, alienandolo con un sobrecargado mercado de libros de autoayuda. Realmente envidio la posibilidad que tienen ustedes de disfrutar de una hermosa edición fantástica que incluye autores como Hodgson, Machen, Blackwood y Aickman. Algun día podré leerme uno de esos tomos sin la necesidad de buscar y rebuscar en librerías de usados alguna edición española sin resultado alguno.
Saludos
Eduardo Larequi dice
Vayan por delante mis disculpas, Voluntad Inerte, por el retraso de mi respuesta. Cuando estuve este verano pasado en Argentina, me sorprendió gratamente el tamaño y abundancia de sus librerías. Que sus fondos no sean lo variados que debieran no es un problema exclusivo de tu pais; también en el nuestro los libros de autoayuda y las novelas infladas hasta la náusea ocupan los puestos de privilegio de los expositores. Ahora bien: lo de la confiscación en las aduanas es bien triste, por decirlo de una forma suave.