Este pasado sábado leí en Babelia una reseña de José María Guelbenzu a propósito de Los mares grises sueñan con mi muerte, una colección de relatos del escritor inglés William Hope Hodgson, recientemente publicada por la editorial Valdemar (cuántas horas de lectura le debemos los amantes de la literatura fantástica) en la colección “Gótica”. Conocía a Hodgson por las elogiosas referencias que H.P. Lovecraft le dedicó en El horror sobrenatural en la literatura (si no recuerdo mal, creo que alguna vez también Jorge Luis Borges escribió sobre su narrativa), por algunos cuentos leídos en diversas antologías, y sobre todo por una novela que en mi etapa de devorador de historias fantásticas y de terror, allá por la mitad de la década de los ochenta, me gustó mucho, La casa en el confín de la tierra.
Fue suficiente con una lectura oblicua de los datos que Guelbenzu ofrecía en la reseña –cuentos de ambiente marinero, una biografía del autor culminada por una muerte terrible en el infierno de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, la idea del mar como un “abismo insondable donde moran extrañas y aterradoras criaturas y operan fenómenos que trastornan la razón humana”–, para comprender que nunca podría resistirme a la tentación del libro de Hodgson. Me faltó tiempo para coger a Pilar del brazo (más vale que habíamos planeado comer fuera de casa) y arrastrarla hasta nuestra librería de guardia, para buscar afanosamente en la estantería dedicada a la literatura fantástica. Allí estaba, gracias a Dios, el libro de Valdemar, un grueso y pesado volumen con uno de los elegantes y siniestros diseños de fondo negro y cenefas doradas que son marca de la casa y tanto deleitan a los aficionados a la literatura fantástica.
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