Últimamente parece como si el cine español no fuera capaz de ingeniar una comedia sobre las relaciones de pareja sin acudir a un planteamiento que, a fuer de repetido, ha acabado por convertirse en un cómodo estereotipo, cuando no en una concesión a la corrección política: los hombres son irresponsables, indecisos y cantamañanas (o bien unos perfectos calzonazos), y las mujeres ejemplos indiscutibles de las virtudes de la sensatez y la responsabilidad.
Que el estereotipo tiene una parte considerable de verdad no puede negarlo nadie, sobre todo si, como es mi caso, ha tenido contacto directo con las aulas de Secundaria y Bachillerato, donde, por cada chico sensato y cabal, hay una docena de compañeras ejemplares. También es cierto que a la comedia le sientan bien los tópicos, y que de ellos se han nutrido siempre sus mejores hallazgos, lo cual no quita para que, de vez en cuando, sea bienvenido un cambio de aires.
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