Del prolífico compositor británico John Barry se podría decir, y no es pequeño elogio, que con sus bandas sonoras ha hecho buenas, incluso memorables, a bastantes películas que si no fuera por su música difícilmente hubieran pasado a la historia del cine. Seguramente no es ése el caso del filme en el que aparece este tema, «Fun City», de Cowboy de medianoche, de John Schlesinger (1969), una película triste y amarga, que nos impresionó mucho a Pilar y a mí cuando la vimos, hace ya una porrada de años.
Creo que desde entonces no he vuelto a ver completa la película de Schlesinger, pero he escuchado multitud de veces su banda sonora, y en particular este tema, con su obsesivo tono jazzístico, presente en la pulsación regular de un contrabajo que se le mete a uno en el estómago, como si fuera la enfermedad que le corroía los pulmones a Rizzo (Dustin Hoffman), con su lirismo bellísimo y amargo (qué melodía la que interpretan las cuerdas, tan característica de la vena romántica de John Barry), con las veloces notas de un piano cuyas promesas de alegría y optimismo se presumen tan falsas como las ilusiones del tejano Joe Buck (John Voight), que en su villorrio tejano pensaba que las mujeres neoyorkinas se derretirían de pasión con sólo ver su sombrero y sus botas vaqueras.
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