El pasado viernes escribí sobre el propósito de renovar las instalaciones de Linux que residen en mi red. Dos eran los objetivos de mis experimentos: comprobar algunas de las nuevas distribuciones que se han publicado y adquirir más experiencia en el sistema del pingüino, en el que no paso de ser un usuario limitado, timorato y esporádico. Otra cosa son los Linux del trabajo, donde con frecuencia me toca realizar operaciones de consola, con sucesivos saltos de Telnet entre routers, cortafuegos, proxies y, últimamente, puntos de acceso inalámbricos; aunque me costó lo suyo, puedo decir que a esos bailes entre IPs ya les tengo cogido el tranquillo.
Pues bien, a lo largo del pasado fin de semana he probado varias distribuciones recién salidas de fábrica: Guadalinex 3.0.1, Knoppix 5.01 y Ubuntu 6.06. Con Ubuntu ya me había estrellado hace algún tiempo, pues no podía cargar el sistema gráfico. Guadalinex me ha dado exactamente el mismo problema (los drivers de la tarjeta ATI Radeon, siempre tan problemáticos), y sólo con Knoppix, en su versión Live, he podido arrancar ese monstruo hipertrofiado y vanidoso que es mi ordenador principal, aunque con una resolución mucho menor a la esperada (por cierto, esa Live en DVD de Knoppix, con sus más de 8 GB. instalados, es una virguería. Recomiendo a todo el mundo que la tenga al alcance de la mano, por si acaso le casca el sistema).
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