La relación de los docentes con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (en adelante, TIC) es un fenómeno en el que conviven situaciones muy diversas: fascinación de unos, rechazo de otros y variadas perplejidades de casi todos. Todavía no sabemos muy bien qué hacer con un conjunto de conocimientos, tecnologías y herramientas tan prometedoras como llenas de enigmas. Más allá de problemas prácticos y organizativos derivados de la incorporación masiva de los ordenadores al ámbito escolar (problemas, por cierto, que consumen una enorme cantidad de energías, hasta el punto de ocultar otros de mayor trascendencia), los docentes seguimos teniendo dudas sobre nuestra capacidad para adecuar la práctica escolar al imperio de las nuevas tecnologías, y sobre la idoneidad de éstas para movilizar los conocimientos, estrategias y técnicas que han de contribuir a mejorar la formación de nuestros alumnos.
Aunque sea un magro consuelo, no somos los únicos en sentirnos perplejos. El libro de Alejandro Piscitelli, Internet, la imprenta del siglo XXI, demuestra que el fenómeno de Internet, que desde hace algunos años es el buque insignia de la penetración de las TIC en el ámbito escolar, es tan complejo y desconcertante que ni siquiera los expertos acaban por estar de acuerdo en su diagnóstico cabal, y, mucho menos, en las recetas que han de permitir su incorporación fructífera a la actividad pedagógica. De todas formas, los profesores que se aproximen a este libro podrán reconocer a su autor un mérito indudable: que, si no resuelve todas sus dudas, al menos las aborda desde un enfoque sensato y mesurado, tan ajeno a los excesos de la tecnofilia (pero siempre ha de existir un cierto grado de fascinación tecnológica en quienes escribimos sobre estas cosas) como a las profecías apocalípticas de quienes ven en el nuevo medio de comunicación poco menos que un cáncer, destinado a corromper los fundamentos de la cultura escrita.
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