Durante las vacaciones de Semana Santa, Pilar y yo visitamos la Ribeira Sacra, que se extiende como una mágica cinta de agua y bosques, entre las provincias gallegas de Lugo y Orense. Desde Os Peares, donde el Sil desemboca en el Miño, recorrimos el río por su margen izquierda. Es un paisaje extraordinario, jalonado de hermosos monasterios (qué merienda nos dieron en el Parador de Santo Estevo de Ribas de Sil), con una historia riquísima y tradiciones milenarias, entre la que destaca el cultivo de la vid. Desde hace más de dos mil años, los socalcos o bancales que se encaraman de forma inverosímil por las laderas de las riberas del Sil sirven de asiento y abrigo a las cepas con las que se elaboran los vinos de la comarca.
El recorrido en coche lo hicimos el día ocho de abril, domingo. Teníamos intención de rematar la jornada con una excursión fluvial por los cañones del Sil, aprovechando los servicios de catamarán que parten desde los embarcaderos del embalse de Santo Estevo, pero se nos hizo un poco tarde. Así que volvimos sobre nuestros pasos dos días después. Era una mañana luminosa, con el cielo dividido entre nubes y claros, un poco fresquita, ideal para hacer fotos. Los lectores de La Bitácora del Tigre pueden comprobarlo en la colección de fotografías que acabo de subir a mi cuenta de Flickr, o en la galería de miniaturas que aparece en la sección del blog dedicada a este conjunto de fotos.
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