Hace ya varias semanas que falleció el compositor británico John Barry, a quien todos los cinéfilos debemos admiración por algunas de las partituras más bellas y emotivas del cine de las últimas décadas. En cuanto me enteré de su muerte, quise escribir el homenaje que se merecen tantas horas de extraordinaria música, pero asuntos más urgentes (y seguramente más aburridos) me distrajeron del debido reconocimiento a quien es seguramente uno de los autores más conocidos y admirados de bandas sonoras cinematográficas.
Es curioso lo que pasa con la música para películas y su penetración en el inconsciente popular, porque a Barry, o a Henry Mancini, o a John Williams los celebran y los cantan hasta quienes no saben de su nombre ni de sus obras. Quizás los lectores de este blog no se hayan fijado en el detalle, pero no es raro encontrarse por la calle, en el trabajo, en la caja del supermercado o ante alguna ventanilla burocrática a alguien que tararea fragmentos de Memorias de África, de Bailando con lobos o de alguna de las muchas melodías que John Barry compuso para la serie de James Bond.
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