El refranero popular es sabio, y todavía lo es más el refranero meteorológico, hijo de los siglos, de las generaciones que sabían mirar al cielo y a las nubes porque de ellos dependía su supervivencia, y del genio popular de la lengua. El refranero nos enseña que tras la tempestad siempre llega la calma, y sabemos que esa máxima es verdad no solo porque así lo demuestran los hechos, sino porque queremos interpretarlos con esperanza.
No hace falta consultar el maravilloso Refranero multilingüe, del Centro Virtual Cervantes (de cuya existencia me enteré gracias al blog de Leer.es; gracias, Felipe), para saber que podemos acudir al consuelo de esa antiquísima paremia cuando llegan los malos tiempos, sea en forma de bajones del ánimo, de desastres naturales como el terremoto que ayer afligió a Chile, o de la famosa ciclogénesis explosiva, que por estas tierras ha sido menos pavorosa de lo que se temía, pero que en otras latitudes ha causado numerosas víctimas.
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