El refranero popular es sabio, y todavía lo es más el refranero meteorológico, hijo de los siglos, de las generaciones que sabían mirar al cielo y a las nubes porque de ellos dependía su supervivencia, y del genio popular de la lengua. El refranero nos enseña que tras la tempestad siempre llega la calma, y sabemos que esa máxima es verdad no solo porque así lo demuestran los hechos, sino porque queremos interpretarlos con esperanza.
No hace falta consultar el maravilloso Refranero multilingüe, del Centro Virtual Cervantes (de cuya existencia me enteré gracias al blog de Leer.es; gracias, Felipe), para saber que podemos acudir al consuelo de esa antiquísima paremia cuando llegan los malos tiempos, sea en forma de bajones del ánimo, de desastres naturales como el terremoto que ayer afligió a Chile, o de la famosa ciclogénesis explosiva, que por estas tierras ha sido menos pavorosa de lo que se temía, pero que en otras latitudes ha causado numerosas víctimas.
Hoy, tras el paso de la borrasca Xynthia, ha amanecido un día espléndido en Pamplona, con una luz cegadora y un cielo nítido y transparente, como hace días que no veíamos. Hemos aprovechado la oportunidad para hacer una excursión hasta la Sierra y Puerto del Perdón, que limita la cuenca de Pamplona por el sur y forma un mirador natural que permite disfrutar de unas hermosas vistas sobre la capital navarra.
Es un paraje que me gusta mucho desde pequeño, cuando mi padre nos llevaba a pasar la tarde y a merendar, sobre una mesa portátil de estabilidad más bien precaria. He vuelto por allí muchas veces, en distintas circunstancias: durante la mili, con pintura negra por la cara y el chopo al hombro; con los amigos, para hacer el ganso o ver los fuegos artificiales que se disparan durante las noches sanfermineras desde la ciudadela de Pamplona; con Pilar, para pasear, hacer fotos, recoger níscalos o disfrutar de la nieve recién caída.
Nos hubiera gustado llegar hasta el final de la carretera que circula paralela al parque eólico situado sobre el cresterío, pero, como muestran las imágenes finales de esta serie, la carretera estaba cortada por un pino, seguramente derribado por los fortísimos vientos de esta noche. Una pena, porque al final del recorrido hubiera podido fotografiar las descomunales canteras de la Sierra de Alaiz, que parecen devorar el monte a dentelladas feroces, con una luz inigualable.
Adenda del 1 de marzo de 2010
Como en alguna ocasión anterior, he tenido que recurrir a los saberes geográficos y montañeros de mi buen amigo Iñaki Ilundáin para precisar los nombres de los picos, sierras y cumbres que aparecen en las fotografías. Muchas gracias, Iñaki, por tus siempre precisos y enciclopédicos conocimientos.
Silvia González Goñi dice
Hoy ha hecho un día precioso en nuestra tierra. Las fotos han quedado impresionantes.
El monumento al peregrino me ha hecho pensar si para la Javierada hará el mismo tiempo…
Eduardo Larequi dice
En la Javierada puede ocurrir cualquier cosa: desde un tiempo estupendo a otra tormenta perfecta, como la de este sábado. La única vez que yo he ido andando desde Pamplona, hace la tira de años, tuvimos un tiempo espléndido, y eso que fuimos de noche. La luna era tan llena y brillante que se podía leer el periódico sin ninguna dificultad. Y la temperatura, estupenda para andar.
Silvia González Goñi dice
Sí, lo sé, llevo haciendo la Javierada 10 años, y la he vivido con nieve, granizo, lluvia e incluso con un sol abrasador. Sea como sea, nos pondremos en camino
Corsario Negro dice
Preciosas instantaneas, el día se brindaba para ello.
Pilar mirada dulce, en cambio tú, mirada dura, pero tengo que reconocer que habeis salido muy bien los dos, je,je.,, por eso la has publicao.
Eduardo Larequi dice
La mirada dura del Tigre…
Corsario Negro dice
Tranquilo, Sandokan, je,je….