El sonido, siempre inquietante, de los silbatos de la policía, el barullo del tráfico y el insólito rumor de la gente concentrada en la calle, justo debajo de nuestro balcón, nos han despertado esta tarde de la siesta.
Hemos salido a la ventana para comprobar qué ocurría y nos hemos encontrado con un espectáculo de esos que las crónicas periodistas de hace unos años calificaban como “pavoroso” o “dantesco”. Convertido en involuntario reportero de sucesos, se lo ofrezco a todos los lectores de La Bitácora del Tigre, en rigurosa primicia.
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