Poderosa y extrañamente hipnótico en su arranque (con ecos de cetáceos y rumores de olas que parecen recién salidos de un océano ancestral), este famosísimo tema de Éric Serra, colaborador habitual de los filmes de Luc Besson, siempre me ha atraído de una manera muy singular, y eso que no soy muy devoto de los sonidos electrónicos en las bandas sonoras.
A pesar de sus excesos simbólicos, que la convirtieron en una especie de emblema de la causa ecologista (cuando no de diversos desvaríos new age), El gran azul sigue siendo una película fascinante. La obertura del filme, con una sucesión de planos aéreos de las costas griegas y sus mares refulgentes, queda en la memoria como un ejemplo del mágico poder de la música para transportar el espíritu a otro universo. Cuando la escucho no puedo evitar las ensoñaciones: volver al Mediterráneo, sumergirme en sus aguas azules, jugar con los risueños delfines y las peligrosas morenas, y dejarme ir, sin pensamientos, sin preocupaciones, sin recuerdos.
Acabo de encontrar en YouTube un vídeo que incluye toda la banda sonora de El gran azul. Que ustedes la disfruten, si es posible en alguna de las islas del archipiélago griego de las Cícladas, donde se rodó la película. En la costa de la más oriental de ellas, Amorgos, reposa el pecio semihundido cuya imagen ilustra esta entrada.
Víctor dice
Hola Eduardo,
Qué tal estas, ya veo que no pierdes el tiempo.
Hace tiempo que no visitaba tu rayado blog, veo que sigue teniendo muy buen aspecto, y sigues haciendo aportaciones interesantes, la verdad no sé de donde sacas tanto tiempo.
Un comentario, sólo juegas con las morenas, ¿no te gustan los rubias o qué?
Ya haces deporte, cuidate.
Recuerdos a tu chica
Un abrazo, Víctor
PD: He visto tu nueva foto en el apartado «El autor», que quieres que te diga, esa barba te queda bien, digamos que te da solera, solemnidad, pero tiene un defecto te hace más mayor, y ya a nuestras edades, hay que tener cuidado.
Eduardo dice
Gracias, Víctor, por los elogios y por todo el comentario. Claro que me gustan las rubias, y sobre todo las pelirrojas, que son mi fetiche erótico inconfesable.
La barba me la dejé por pura vagancia. Ya sé que me hace mayor, pero qué le vamos a hacer. Me sigue quedando pelo, y con menos canas que el de mis hermanos. Ya sabes, el que no se consuela es porque no quiere.