En mis pronósticos sobre los Oscars del año 2007, he acertado cinco de siete: los Oscar a la mejor película (Infitrados), la mejor película extranjera (La vida de los otros), el mejor actor (Forest Whitaker), la mejor actriz (este no tenía mucho mérito, porque Helen Mirren era triunfadora segura) y el mejor actor de reparto (Alan Arkin). Fallé, en cambio, con el Oscar al mejor director (Scorsese, en vez de Eastwood) y con la mejor actriz secundaria (Jennifer Hudson y no mi admiradísima Cate Blanchett).
No he perdido, pues la esperanza de hacerme millonario jugando a las quinielas. Y, visto lo visto (una manera de hablar, porque no me gusta participar de la mitomanía hollywoodense ni del ritual de la alfombra roja; suelo esperar a ver los vestidos y las joyas en las páginas del Hola, que siempre cuenta con muy buenas fotos y permite disfrutarlas con sosiedgo), me ratifico en mi impresión de que el cine contemporáneo goza, a pesar de los agoreros, de muy buena salud. Con la excepción del Oscar a la mejor actriz secundaria, que me parece muy traído por los pelos, los grandes premios se han otorgado a grandes películas.
Lástima que La vida de los otros no se rodara en inglés. Habría ganado cinco Oscars, si no alguno más. Quien no la haya visto todavía, que corra al cine más cercano. Y si es docente de ética, de filosofía, religión o educación para la ciudadanía (o de cualquier área donde se deseen plantear problemas éticos con buenos materiales educativos), que vaya reservándola para cuando salga en DVD. No tiene desperdicio como ejemplo de cine moral sin adoctrinamiento ni moralina. Una película colosal.
Mª José Reina dice
Leyendo tu blog se nota que eres un gran cinéfilo. ¡Qué envidia!
Yo aprendí lo poco que sé de cine con el programa que tenía hace años Garci en la 2″Qué grande es el cine», pues a los cines de Blanes sólo llega lo más comercial.
Te haré caso en tus recomendaciones.
Eduardo Larequi dice
El programa de Garci fue, como tú muy bien señalas, toda una escuela de cinéfilos, a pesar de los madrugones que nos imponía. Fue una pena que terminara como terminó, en circunstancias un tanto sospechosas…
No recordaba que vivías en Blanes, Mª José. Se ve que no estoy tan atento al leer tu blog como debería. Recuerdo alguna excursión a Blanes, hace una porrada de años, cuando veraneaba con mis padres en Lloret. Nos gustaba mucho aquella zona de la costa catalana. No sé si habrá empeorado con el tiempo, con tanto cemento como se ha vertido por todas partes.
Acabo de asomarme a la web del Ayuntamiento y, por lo que he visto, tiene tan buena pinta como recordaba.
Elisa dice
Hasta hoy no he podido ver La vida de los otros y he vuelto a leer tu reseña tranquilamente, ya que después de ver la película es cuando se disfruta. Todavía no me he repuesto del impacto emocional, la película tiene capas y capas y capas que dan para reflexionar mucho tiempo y sobre muchos temas, humanos y políticos. ¡Qué repaso le da al poder y a los poderosos! Me ha sorprendido agradablemente que. al terminar. unos espectadores han iniciado incluso unos tímidos aplausos a los que me he unido (aunque mi marido, castellano él, los ha achacado a la afición incontenible de los sevillanos por aplaudir). Estoy de acuerdo contigo, el final es extraordinario y conmovedor. Y en cuanto a los dos actores protagonistas, no sé por cuál me decidiría; el contrapunto entre ambos personajes -el vital y apasionado escritor de éxito y el gris, oscuro y solitario funcionario que terminan admirándose y respetándose mutuamente- está magníficamente conseguido, tanto por el físico como por la caracterización. Y qué buenos el título de la película y el que comparten la sonata, la novela y tu reseña. Pese a toda su desolación, la película nos deja, al menos, la esperanza de que sí, hay hombres y mujeres buenos, y que los podemos encontrar repartidos en todos los bandos, incluso en los más insospechados.
Elisa dice
Eduardo, no tienes la hora actualizada, me he dado un susto creyendo que estoy pegada al ordenata a las cuatro de la mañana y son sólo las tres…
Eduardo Larequi dice
Un hermosísimo comentario, Elisa, el penúltimo. Miraré lo de la hora de la bitácora, aunque de momento no sé cómo arreglarlo. Es todo un honor tenerte en la cubil del Tigre a tan intempestivas horas.