Con este séptimo número, recién salido de las prensas virtuales en que se ha imprimido (pues, como saben los aficionados, se distribuye en formato exclusivamente digital, en PDF), la revista Hélice cumple algo más de un año en la Red. Hélice ha sido fiel a su compromiso inicial de periodicidad -un número cada dos meses- y su trayectoria, cada vez más firme, se ve reconocida en la excelente acogida que cada nueva entrega merece entre los aficionados a la literatura fantástica y la ciencia ficción. En lo que a mí concierne, he de confesar que esperaba este número con ilusión muy especial, porque en él aparece una larga reseña de una de las novelas que más me han gustado en los últimos años: La carretera, de Cormac McCarthy, de la que ya traté brevemente en este blog, el pasado 15 de enero.
La sección de «Reflexión» de la revista comienza con un interesantísimo artículo de Juan Manuel Santiago sobre Alfred Bester, uno de los autores clásicos de la ciencia ficción de todos los tiempos. En realidad, el ensayo constituye una actualización o reedición revisada del texto que el propio Santiago publicó en la revista Gigamesh, con el título de «¡Bester, Bester!», y que mereció el Premio Ignotus 2001 al mejor artículo de aquel año. No hay duda de que la calidad y rigor del estudio (uno de los mejores que hasta la fecha ha publicado Hélice), merece su reedición y la presencia destacada en esta séptima entrega de la revista.
En esta misma sección (aunque con la colaboración de Fidel Insúa de por medio; no acabo de entender la afición de Hélice a esta práctica; seguro que las exigencias de maquetación se pueden soslayar de otro modo), Ismael Martínez Biurrun analiza la obra narrativa del novelista norteamericano Jonathan Lethem, y en especial sus novelas La fortaleza de la soledad, Cuando Alice se subió a la mesa, Paisaje con muchacha y Huérfanos de Brooklyn (por cierto, el título de esta novela aparece varias veces mal escrito, con «i» latina). El artículo es muy sugestivo, aunque a mi modo de ver menos consistente de lo necesario para situar en su correcta perspectiva la obra de Lethem. Lo mejor, sin duda alguna, son sus cuatro primeros párrafos, en los que Martínez Biurrun arremete con gracejo y una ironía muy recomendable contra esa manía perversa de las editoriales españolas («síndrome de las solapas olvidadizas», lo llama él) que consiste en camuflar novelas fantásticas o de ciencia ficción mediante observaciones esquinadas o elípticas, con el muy evidente propósito de impedir que los lectores puedan caer en la tentación de identificar el género y (según creen los responsables editoriales) desertar de la lectura.
Fidel Insúa abre el apartado de «Críticas» con un breve comentario a Puente de pájaros, de Barry Hughart (Bibliópolis, 2007), novela ganadora del Premio Mundial de Fantasía en su edición de 1985 (ex aequo con Bosque Mitago, de Robert Holdstock), cuya publicación en España (un mercado editorial «extraño», como apunta compasivamente el bueno de Fidel) ha tardado en llegar más de veinte años. Más vale tarde que nunca, cabría añadir. Por su parte, Teresa López Pellisa se ocupa de Jabberwock 2 (Bibliópolis, 2007), el anuario fantástico dirigido por Arturo Villarrubia y Alberto García-Teresa, una obra que, en palabras de la reseñista «supone una novedad editorial en el panorama de la crítica [española, conviene precisar] sobre este género literario». Hay que advertir que el comentario de una obra como este Jabberwock 2 (y conste que yo soy parte interesada, pues en él se publicó mi reseña de La mujer del viajero en el tiempo, de Audrey Niffenegger) no era empresa fácil, por la amplia nómina de autores y obras que figuran en el índice. Teresa López salva la papeleta dedicando la mayor parte de su atención a los artículos más jugosos, entre ellos el de Alberto García-Teresa («Las aventuras de Emmanuel Goldstein. Usos ideológicos de la ciencia-ficción», pp. 7-35), probablemente el más sustancioso de todo el libro. Es una elección plausible y del todo respetable. No obstante, tengo que decir que el enfoque que Teresa López proporciona a su comentario no acaba de convencerme. Cuando me vi en Madrid con los miembros del equipo de redacción de Hélice (véase Con la gente de Xatafi, en los madriles), tuve ocasión de exponer a Alberto algunas de mis discrepancias, aunque tareas más urgentes, como la de encontrar un bar de tapas con que saciar el apetito, nos distrajeron de la conversación. Aprovechando esta reseña, vuelvo a ponerlas de manifiesto: sin negar algunos de los vicios ideológicos (la complacencia con el sistema, el amansamiento, la falta de verdadero aliento crítico) que tan agudamente señala Alberto García-Teresa en la mayor parte de la ciencia ficción contemporánea, no estoy seguro de que sea tarea de las obras literarias (y la ciencia ficción es literatura, y no sólo, ni siquiera en primer lugar, un discurso ideológico) obligarse a enmendarlos.
De vuelta a la sección de «Críticas», Santiago Eximeno aborda el comentario de Fantasmas de papel (DeBolsillo, 2007), colección de relatos de José Carlos Somoza, de especial interés para los aficionados a la literatura fantástica, por la notoria presencia de este elemento en la narrativa del escritor español de origen cubano. De Somoza sólo he leído alguna cosilla suelta, y la verdad es que el comentario de Eximeno me ha puesto los dientes largos (seguramente, el mejor elogio que se puede hacer a la labor de un comentarista). En cuanto vea el libro, pienso comprarlo.
La revista concluye con la renovación de la ya tradicional sección de «Críticas enfrentadas», transformada ahora en «Doble Hélice», un nombre mucho más original y sugerente y desde luego más apropiado para la novela a la que se dedica, pues es difícil encontrar motivos de discrepancia con ella: nada menos que La carretera, de Cormac McCarthy (Mondadori, 2007), una de las novelas que ha merecido una acogida crítica más entusiasta en el año que acaba de terminar. Curiosamente, parece como si Antonio Rómar y un servidor nos hubiéramos contagiado de los hábitos literarios de Cormac McCarthy, porque nuestros respectivos comentarios de La carretera (Mondadori, 2007) comienzan de un modo muy parecido, con las breves frases nominales tan del gusto del escritor norteamericano. Más poética y subjetiva la crítica de Antonio, más analítica y sistemática la mía, ambas coinciden en casi todo lo esencial y sólo disienten en la valoración del desenlace, que es quizás el único reproche que cabe formular (al menos desde ciertas perspectivas; yo he tratado de argumentar en mi reseña que el final es perfectamente válido y coherente) a esta espléndida novela.
Ismael M.B. dice
Hola Eduardo. Soy Ismael M. Biurrun: ¡tienes razón, se me coló el gazapo de Brooklin! Es culpa mía, no de Hélice. Y es cierto que podrían escribirse páginas y páginas sobre la obra de Jonathan Lethem, pero yo paso de puntillas. Mi idea era más hacer una recomendación que un artículo en profundidad, no sabía que me iban a colocar junto reflexiones tan densas y académicas como la de Juanma Santiago.
Por cierto, enhorabuena por tu crítica de «La carretera», novela que me dejó una profunda huella y me hizo plantearme muchas cosas sobre la forma de escribir género. Creo que has dejado el listón muy alto, ahora que yo me había animado a escribir alguna otra crítica para la revista… El nivel de Hélice es realmente impresionante.
Un saludo,
Eduardo Larequi dice
En realidad, Ismael, mi observación a tu artículo no es tanto un reparo como una especie de confesión de ansiedad: lo que dices me ha resultado tan interesante que hubiera querido más. Con tu artículo me ha pasado algo parecido a lo que he dicho respecto a la reseña de Santiago Eximeno: me ha puesto los dientes largos, con deseos de leer todo lo publicado por Lethem.
Gracias por tus elogios a la crítica de La carretera y, sobre todo, por dejarte caer por este blog.
Santi Eximeno dice
Me alegra que la reseña te haya animado a leer más de Somoza. Como bien dices, es el mejor elogio :)
Eduardo Larequi dice
Vayan por delante mis disculpas, porque me acaban de advertir que en el texto del artículo había una clamorosa errata respecto a la periodicidad de Hélice. La he corregido inmediatamente, no sólo por el error, sino porque es de justicia reconocer el esfuerzo continuado y regular que han venido realizando sus responsables.