La narrativa del extraordinario novelista norteamericano Cormac McCarthy ha ocupado al menos en tres ocasiones la atención de este blog, en las correspondientes notas y reseñas sobre Meridiano de sangre, La carretera y No es país para viejos. Además, de su novela La carretera publiqué hace ahora algo más de dos años una larga crítica en el número 7 de la revista Hélice. Por todo ello se entenderá mi interés en cuanto tuve noticia de que se iba a realizar la correspondiente adaptación cinematográfica de la novela, y de que el director australiano John Hillcoat (prácticamente un desconocido para la mayoría de aficionados al séptimo arte) estaba al frente del proyecto.
Lo primero que supe de la película era que Viggo Mortensen iba a dar cuerpo al protagonista, el padre sin nombre que con tanta devoción y conmovedor sacrificio cuida de su hijo, y que la bellísima Charlize Theron se ocuparía de encarnar la figura, apenas esbozada y aun así terriblemente trágica, de la madre. Me parecieron, sobre todo la primera, selecciones muy atinadas, pues Viggo Mortensen ha encadenado en los últimos años una serie de actuaciones de gran intensidad y verismo, y Charlize Theron sabe dar a sus papeles dramáticos un tono de vulnerabilidad y enajenación que encaja perfectamente con la desesperada condición de su personaje en la novela. Por otra parte, no puedo ocultar que tenía ciertas prevenciones ante la adaptación, no sólo a causa de la breve ejecutoria de su director (por cierto, he podido comprobar hace poco que su western La propuesta, ambientado en el outback australiano, es un título más que recomendable), sino sobre todo porque el mundo que el novelista norteamericano construye en La carretera es de una aspereza y violencia casi insoportable, y porque no es fácil encontrar una adecuada correspondencia fílmica para el estilo literario de McCarthy, seco, despojado y elíptico, pero también extrañamente poético.
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