Esta mañana, cuando iba a trabajar, me ha abordado un joven de unos treinta años, alto, moreno y de inequívoco acento magrebí, que me ha preguntado en un correcto español si sabía dónde estaba cierta empresa, pues tenía que hacer algunos trámites en ella. Me sonaba vagamente que tenía su sede en el centro de Pamplona, pero no lo sabía con suficiente precisión, así que he sacado del bolsillo mi HTC HD2, he entrado en Google (figura 1) y he buscado su dirección.
Cuando le he explicado adónde tenía que ir, el joven me ha respondido que no conocía bien esa parte de Pamplona, y me ha pedido que le diera alguna orientación complementaria. No es que estuviéramos muy lejos de la empresa, pero el recorrido no era fácil de señalar, así que he vuelto a tirar del smartphone, y he buscado con Google Maps (figura 2) su punto de destino. A continuación, he seleccionado el itinerario entre éste y el lugar que nos encontrábamos, y le he enseñado la ruta que debía seguir. No estoy seguro de que mi interlocutor haya podido ver con claridad todas las indicaciones (aunque el HTC HD2 es el dispositivo con pantalla más grande de su gama, no es un ordenador, ni una televisión), pero lo cierto es que me ha dado las gracias con mucha alegría y se ha dirigido hacia donde yo le había encaminado.
Tras emprender mi camino me ha dado por pensar que esa podía ser la buena obra del día, y que sobre ella podría escribir algo en el blog, enfatizando la utilidad práctica de los dispositivos móviles (en general, de las TIC) en la vida real. Antes de redactar la entrada, sin embargo, he querido precisar los datos y el mapa que esta mañana he consultado a través del móvil (figura 3). Y al hacerlo me he dado cuenta, con algo de pánico y vergüenza, que no es seguro que las referencias que le he dado al inmigrante magrebí fueran las correctas. No consigo quitarme de la cabeza la imagen de ese muchacho, alegre y animoso, caminando bajo una suave lluvia –más vale que no hacía frío- hacia un destino incierto o equivocado. Espero, Driss (pues así se llamaba según el papel que me ha mostrado) que hayas tenido mucha suerte, y ojalá que no te haya mandado a la otra punta de Pamplona.
Post-TIC dice
«Mucho ruido y pocas nueces». Una buena indicación oral, muchos gestos y un bar cercano son infalibles para llegar, en todas las ciudades españolas, a cualquier sitio. No sé como no existe aún algún «apps» de este tipo para el iPhone y el HTC, seguro algún programador toma nota.
De todas formas la intención es lo que cuenta, aunque a veces las intenciones y las TIC tomen caminos diferentes.
Un saludo
Juan Pablo
Eduardo Larequi dice
En lo del bar no había caído, pero es que a esas horas (las 7,35 de la mañana) no están puestas ni las calles, y menos en Pamplona. Lo del app para el smartphone está muy bien traído, Juan Pablo. Dejémonos de chorradas y sofisticaciones: en este país la realidad aumentada será un éxito cuando los móviles sean capaces de superponer al callejero la información sobre bares, tascas, tabernas, colmaos y demás establecimientos del pelo, con sus horarios de apertura y sus especialidades.
Antonio dice
Alto, moreno, magrebí… acaba de pasar por debajo de mi balcón maldiciendo estos aparatejos del diablo.
Eduardo Larequi dice
Ay, Antonio, no me digas esas cosas, que me entra la mala conciencia y me deprimo mucho. Pobre Driss…
Corsario Negro dice
Como diria alguno ¡¡joder, tú estas loco !!a quien se le ocurre sacar ese aparatuqui delante de un magrebi, con lo apetecible que es, y menos a esas horas; no ser puede ser buena persona y tan confiado.
Eduardo Larequi dice
No eres el primero que me hace esta advertencia, pero la verdad es que ni siquiera se me ocurrió que la PDA podía correr peligro. Además, el muchacho fue en todo momento muy amable y cortés. No había razón para desconfiar de él, creo yo.
Joxe dice
Esa misma mañana un señor de apellido Futalo, me comento que un señor muy majo le había orientado con todo lujo de detalles a la dirección de buscaba; intuyo que es la misma persona, Driss Futalo. Esta claro, fue la BUENA OBRA DEL DÍA. Saludos.