Creo que en esta ocasión el título de la reseña era casi inevitable, porque La dalia negra, la película de Brian de Palma que se estrenó el pasado viernes con gran despliegue de promoción en nuestras carteleras, no cumple, ni de lejos, las expectativas creadas entre los aficionados al cine negro, ni resiste tampoco la comparación con aquella magistral película del género que fue La dalia azul.
Casi nada de lo esencial en una película funciona adecuadamente en esta lujosísima producción: el argumento puede competir en enrevesamiento con el de cualquiera de los originales novelísticos de James Ellroy, pero sin la singular intensidad de aquéllos; las interpretaciones son difusas, carentes de la fuerza y la capacidad de convicción que exige este tipo de historias, y la ambientación, a pesar de la riqueza de medios y la belleza de la fotografía, resulta a menudo algo artificiosa y manierista (no sé si en ello habrá tenido que ver el hecho de que el Hollywood de 1947, escenario de los sucesos que relata la película, haya sido recreado a partir de un rodaje que se llevó a cabo en Sofía, Bulgaria).
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