Leyendo La gran marcha, la última novela de E.L. Doctorow publicada en España, resulta difícil sustraerse a la tentación de creer que la Guerra de Secesión americana y, en concreto, la espectacular campaña que el general William Tecumseh Sherman llevó a cabo a través del los territorios confederados de Georgia y las Carolinas, entre 1864 y 1865, debió de haber ocurrido exactamente tal y como la cuenta el novelista neoyorkino.
Y es que la novela tiene una fuerza irresistible, una intensidad y capacidad de convicción poco comunes. Al hilo del vigoroso relato de «la Marcha de Sherman» o «La Marcha hacia el mar» (una campaña tan victoriosa en lo militar como controvertida entre los historiadores, sobre todo a causa de las tácticas de tierra quemada desarrolladas por las tropas federales con el objetivo de debilitar la capacidad militar de los sudistas), la novela bulle de personajes que entran y salen de la trama, en una suerte de frenética sucesión que, una vez pasada la sorpresa de las primeras páginas (pues la narración salta de un episodio a otro con una flexibilidad y soltura que al principio resultan desconcertantes), acaba acogiéndose con deleite y fascinación.
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