Hace muchos años, cuando era joven e indocumentado, solía leer Selecciones del Reader’s Digest, cuya suscripción pagó durante bastante tiempo mi padre, en uno de sus habituales gestos —que nunca le he agradecido como se merecen— para motivar el hábito de lectura entre los miembros más jóvenes de la familia. En realidad, mi respuesta a su generosidad fue un tanto displicente, porque rápidamente le pedí que dejara de comprar la revista —eran los tiempos de la transición y del compromiso político— cuando en alguna parte me enteré de que servía a los propósitos del Departamento de Estado norteamericano. Fue aquélla una rotunda victoria sobre el imperialismo yanqui, de la que durante un tiempo me sentí secretamente orgulloso, aunque reconozco ahora que la revista me gustaba mucho y que saqué gran provecho de sus artículos y reportajes, y especialmente de los relatos abreviados que sistemáticamente ocupaban su sección final.
Uno de ellos me causó una particular impresión. Se trataba de Enemy at the gates: The Battle for Stalingrad, de William Craig, publicada por la Reader’s Digest Press en 1973; no sé muy bien en qué año la leí, pero probablemente sería a fines de los setenta, dado que la edición española se publicó en 19751. A pesar del tiempo pasado desde entonces, tengo fresco el recuerdo de los combates, las crueldades y destrucciones que allí se narraban. Los sonoros nombres rusos y alemanes que protagonizaban aquella terrible historia —Zhukov, Von Paulus, Von Seylidtz, la fábrica de tractores Barricadi, la garganta del río Tsaritsa, los aeródromos de Pitomnik y Gumrak—, muchas veces releídos, quedaron asentados en alguna zona oscura de mi memoria, esperando una renovación, un despertar.
[Leer más…] acerca de Un relato histórico estremecedor: Stalingrado, de Antony Beevor
- La versión abreviada de Enemy at the Gates se publicó en el número de junio de 1973 de la edición norteamericana del Reader’s Digest; por su parte, la edición española apareció en 1975, con el título de La batalla de Stalingrado (Barcelona, Noguer y Caralt). He podido comprobar este dato gracias a la gentileza de los editores de Reader’s Digest, a quienes agradezco la prontitud y amabilidad con que resolvieron mis dudas (lo cortés no quita lo valiente).[<-]
Últimos comentarios