Cuando tuve noticia de la exposición que el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona había dedicado al novelista británico J.G. Ballard, me reproché a mí mismo la escasa atención que hasta ese momento había prestado a este excelente escritor, uno de los más originales y creativos de entre los que se han dedicado al género de la ciencia ficción. Hasta enconces sólo había leído de Ballard la novela Crash, que no me gustó demasiado, la colección de relatos titulada Fiebre de guerra, que en cambio me pareció fascinante, y algunos artículos y ensayos desperdigados por diversas antologías y volúmenes misceláneos.
Me hice de nuevo un reproche parecido hace pocos meses, con ocasión de la muerte del novelista –aunque ya sé que esta declaración carece de efectos exculpatorios, por entonces vi de nuevo, y debía de ser la tercera o cuarta vez, la extraordinaria adaptación cinematográfica que Steven Spielberg realizó de su novela autobiográfica El imperio del sol-, pero debo admitir que mi arrepentimiento no se perfeccionó con un propósito de enmienda efectivo, y que durante bastantes meses seguí sin dedicar a Ballard la atención que merece.
Últimos comentarios