Hace tiempo que incluí en la barra lateral de mi bitácora un enlace a Crisei, el estupendo blog de Rafael Marín Trechera, escritor de novelas de ciencia ficción, traductor (a su pluma se debe la traducción de la duología Ilión–Olympo, de Dan Simmons, de la que estoy preparando una reseña y tal vez algún trabajo más enjundioso), cinéfilo impenitente y cadista de pro. No es que lea Crisei todos los días, ni mucho menos (mea culpa, porque el blog lo merece), pero consulto sus entradas con cierta asiduidad.
Cuando leí en Crisei que Rafael Marín se había comprometido a traducir una nueva edición de Príncipe Valiente, la historia gráfica de Harold Foster (en opinión de muchos aficionados y expertos, el mejor cómic de la historia) me dio un vuelco el corazón. Príncipe Valiente forma, junto con Tintín y El teniente Blueberry, la trinidad de los cómics que más admiro. Sin embargo, a diferencia de las historias gráficas de Hergé y Charlier-Giraud, que he leído, releído y vuelto a leer, nunca he tenido la oportunidad de disfrutar la serie de Príncipe Valiente al completo, y sólo la he leído de manera fragmentaria, y un poco a salto de mata. Por eso me hizo todavía más ilusión, si cabe, el elogioso comentario que el autor de Crisei dedicaba al trabajo editorial de Manuel Caldas, un especialista portugués en la obra de Hal Foster que ha llevado a cabo, con cuidado infinito, la que muchos admiradores del dibujante e ilustrador norteamericano consideran como mejor edición hasta la fecha de las aventuras del joven Val.
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