Había comenzado a redactar esta entrada con el propósito de tratar el tema de las redes inalámbricas, sobre el que acabo de recibir un curso apasionante, pródigo en descubrimientos, sorpresas y casuística. Me he puesto a escribir sobre redes y, tras unos cuantos párrafos, me he dado cuenta de que estaba siendo absorbido por una fijación obsesiva con mi propio entorno de trabajo.
Podía ceder a la tentación narcisista o cambiar de enfoque y borrar lo ya escrito. Al final, he decidido seguir el sabio consejo de Oscar Wilde quien afirmaba, sagaz como siempre, que «La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella», y he dividido la entrada original en dos partes. En la de hoy, va la descripción del tinglado informático que tengo montado en casa, que consiste básicamente en una red de cuatro ordenadores y sus correspondientes periféricos, a saber:
- Un PC fabricado a medida en PCBox, con arranque dual Windows XP/Suse Linux 10.1, que monta cuatro discos duros (tres SATA y un IDE) y dos grabadoras de DVD. Por las noches, el Fan Control de Akasa que luce en el frontal del PC brilla como una luciérnaga (sí, ya sé que es una horterada y una niñería, pero me hace ilusión imaginar que mi cuarto de trabajo es algo así como el puente de mando del Halcón Milenario). Estoy planteándome cambiar el Suse por la última versión de Ubuntu, de la que todo el mundo dice maravillas, pero no acabo de decidirme. De hecho, la idea me vino a raíz de una recomendación de Alejandro Valero, tras cuya lectura hice una prueba con una versión LiveCD de la citada distribución. No sé si fue por las prisas, o por mi propia torpeza, pero lo cierto es que no conseguí que el sistema arrancara con la resolución gráfica que yo utilizo en Windows (tampoco con otras más bajas).
- Un barebone ShuttleX, que a pesar de que en su día me salió muy barato (era una oferta de un hiper) ha resultado un compra rentabilísima. El «cubo», como lo llama Pilar, es pequeño, duro e incansable. Está casi siempre encendido y, aunque meta algo más de ruido que el primer día (hay que ver cómo se ensucian los ventiladores) funciona como la seda.
- Un HTPC, en concreto un Scaleo-E de Fujitsu-Siemens, del que ya di alguna noticia en este blog a principios de año. No lo utilizamos mucho, pero es un aparato excelente.
- Un portátil Acer Aspire 1513 LMi. Pesa como un muerto y la batería dura menos que un pastel a la puerta del colegio, pero nunca me ha dejado tirado. En su día instalé un arranque dual con XP y un Linux, pero el sistema del pingüino tenía problemas serios de reconocimiento de hardware, y por no encabronarme con las configuraciones acabé formateándolo y volviendo en exclusiva al XP original. He estado pensando en migrarlo a Ubuntu, para ver si le saco un poco más de rendimiento, y sobre todo para fardar de progre cuando vaya por esos mundos de Dios a impartir cursos y ponencias, pero nunca encuentro la ocasión. Sí, podría seguir el tutorial que hace poco recomendaba José María González Serna para pasarse a Linux por las bravas, pero yo no tengo el valor necesario. Si alguien sabe qué tal se portan las últimas distribuciones de Ubuntu con los portátiles, le agradecería me enviara un comentario.
Los cuatro equipos se conectan a una red WiFi que funciona gracias a un punto de acceso Belkin y un par de tarjetas inalámbricas (no cuento la del ordenador principal, deshabilitada, pues está conectado al router por el interfaz Ethernet, ni la del portátil, que alberga un chip Broadcom). La red sale a Internet a través del router que en su día me proporcionó Telefónica junto con el ADSL (entonces de 256 KB., ahora de 1 MB.). A pesar de la mala fama de este ISP, tengo que reconocer que yo estoy satisfechísimo del funcionamiento de la línea y del enrutador.
La red se completa con un servidor de impresión de marca desconocida que, a pesar de su aspecto un tanto endeble y anticuado (me lo vendieron a precio de ganga porque era un resto de serie), me permite imprimir desde todos los equipos en una HP LaserJet 1150, y con un disco duro Freecom con interfaz Ethernet, que aunque por el momento sólo está conectado en local por USB, seguramente acabará convirtiéndose en un dispositivo de almacenamiento en red, tipo NAS.
Añádase a esta instalación limitadamente caótica (lo peor es el gurruño de cables, cada vez más intrincado y polvoriento, que parece disfrutar de vida propia a tenor de su incansable crecimiento) dos monitores TFT Sony y Philips, un escáner HP que apenas uso, una cámara fotográfica digital Canon EOS 300D, otra cámara de vídeo digital Sony HDR-HC3E, un lector de tarjetas, un módem para conectarme a Internet en casos de emergencia, varios hubs USB y sus pinchos, tres o cuatro discos duros externos y extraíbles de distintos padres y madres, un par de juegos de altavoces (entre ellos un sistema 5.1 de Creative Labs, que añade su propia e inextricable pelota de cables a la maraña total), el inevitable iPod con el que se pasea orgullosa Pilar de camino al cole (también tengo un Creative Nomad Jukebox 3, que anda por ahí cogiendo polvo), un reproductor DVD portátil que ha dado la vuelta a España en los coches de mis hermanos (los padres son unánimes acerca de la capacidad de estos chismes para distraer a los niños en los viajes largos), una multitud de regletas y adaptadores de corriente, y, para sostener y dar soporte a tanto cacharro, toda una pared del cuarto de trabajo atiborrada de cajas de hardware y software, manuales, complementos de papelería, bobinas de CDs y DVDs y bibelots diversos.
Mi pequeña oficina, taller y cuarto de máquinas no se gestiona sin dolores de cabeza. Después de muchas catástrofes parciales y de aprender a palos, me he convencido de la necesidad de hacer copias de seguridad de lo importante y lo menos importante, de anotar las contraseñas de acceso a las aplicaciones y de los cambios de configuración (mi paranoia llega hasta el extremo de hacer tutoriales chapuceros para mí mismo), y de ordenar la información resultante con minuciosidad digna del escriba de un mandarín chino. Es trabajo añadido, ya lo sé, pero cada vez que me olvido de algo que yo creía inolvidable recito una silenciosa plegaria por tenerlo escrito (y, cuando no es así, una sonora maldición).
Mañana, con permiso de la autoridad competente y si el tiempo no lo impide, la segunda entrega de la serie, esta vez sobre el apasionante mundo de las redes inalámbricas.
Alejandro Valero dice
Eduardo, ya tengo la duda de si no serás tú una especie de cyborg al que le gusta enredar con los aparatos de su especie, o si al estar rodeado de tanta maquinita no te has convertido en una de esas criaturas medio mecánicas que nos espera en el futuro. Ahora que lo pienso, Javier Escajedo debe de ser de tu especie, porque también vive rodeado de ordenadores. :-)
Javier Escajedo Arrese dice
¡ La madre del cordero ! , lo mío es un juego de niños comparado con todo esto. Yo trabajo en casa con dos equipos, uno fijo y otro portátil (en el portátil me entró el dual XP – Ubuntu muy bien. Creé primero la partición y luego condicioné la instalación de Linux sobre la misma). Los comunico con un dispositivo USB porque con las opciones de red y/o compartiendo unidades se me cuelan «bichos» y no me fío (…no obstante se siguen colando ???). Ambos acceden a Internet vía cable e independientemente. También mi estudio de casa es un poco enjambre, algo avispero de cables y dispositivos variados… pero no tanto. Respecto a paswords, accesos, configuraciones … y demás «malditas» necesidades… pues eso, lo mismo, con apuntes de «tinta y papel» por muy cyborg que se ponga la cosa, y muy cabreado cuando me toca borrar – empezar … y no encuentro datos. Así que nada Eduardo… que te/nos sea leve. Yo ya no creo que de la tentación nos libramos cayendo en ella, lo digo por reincidente y pecador.
De los ordenadores de hijos, cuñados, amigos y etc…. mejor no hablar.
Eduardo Larequi dice
Cyborg no, Alejandro, pero amante del cacharreo y las maquinitas, bastante. Los móviles, sin embargo, no me van, aunque tras la experiencia con la PDA de un amigo, de la que traté hace unos días, me lo estoy pensando.
Gracias, Javier, por las noticias sobre Ubuntu y los portátiles. Hoy me ha comentado un compañero del trabajo, que es linuxero de pro, con publicaciones y todo, que Guadalinex (que al fin y al cabo es una Debian), va de cine. Me he bajado la última ISO, y la voy a probar.
Me has dado una idea, Javier, con los ordenadores de la parentela y la cuadrilla. Ya tengo motivo para una próxima entrada: «La red del Tigre (III)».
Carmen dice
¡(icono de sorpresa)! ¡(icono de sorpresa II)! Y ahora el comentario: Yo instalé Ubuntu 6.06 en el portátil y me va muy muy bien. Con Guadalinex tuve algún problemilla. De todas formas ya se sabe, a veces depende del CD que uno utiliza o de eso que (esta vez parece literal) llamamos «dar con la tecla».
Salud.
Celestino Arteta dice
Vaya liada de «aparatos», algunos no podemos ni mantener uno en condiciones aceptables. Pero bueno lo positivo será que de tanto enredar habrás aprendido un montón sobre hardware y derivados. Yo también tengo un router inalámbrico de telefónica y la verdad es que funciona de primera y no he tenido nunca problema alguno. Espero con impaciencia la segunda entrega de la serie para ir aprendiendo un poco.
saludos
Eduardo Larequi dice
Dentro de un rato publicaré la segunda entrada de la serie. Pero no sé si vas a aprender mucho con ella, Celestino. Es más bien un relato autbiográfico que otra cosa.
Víctor Gutiérrez dice
Buenos días, Eduardo,
Envidia sana me das, me encanta como a ti el cacharreo informático, pero desgraciadamente no dispongo del tiempo necesario.
Por lo que veo te falta o has olvidado incluirlo en tu relación de perifericos una webcam, que supongo que tendrás.
También quiero comentarte la calidad de sonido que atesora, un MP3 ya clásico pero no por ello menos completo, aunque de no tan bonito diseño y tan de moda como el ipod, me refiero al iaudio U2 512 Mb(que adquiri en FNAC hace unas semanas), una marca coreana «Cowon» no muy conocida, salvo por los entusiastas del sonido de calidad.
Su enlace es http://www.iaudio.com
Por lo que veo te has dejado ya una pasta gansa en informática, que lo disfrutes por muchos años.
Un abrazo, Víctor G.
Eduardo Larequi dice
Gracias por tu visita, Víctor, por la recomendación y por los buenos deseos.
La verdad es que no tenía ni idea de la existencia del iaudio ni de la marca Cowon, pero esto se arregla fácil con la Web.
En cuanto a la webcam, no la tengo, ni planes tampoco de comprarla y la verdad es que he utilizado webcams muy pocas veces. A mí me pone muy nervioso eso de que me vean por un agujero, al otro lado de la Red. Yo sigo prefiriendo el clásico teléfono: sólo voz, nada de imagen, que permite disimular con mucha mayor facilidad.
Un abrazo muy fuerte de Eduardo.