
Acabo de leer en El Tinglado un excelente trabajo de Felipe Zayas, titulado Cómo funciona la oración: el sujeto. Al llegar a la última página, dedicada a los verbos que no admiten sujeto (es decir, las oraciones impersonales) y repasar los ejemplos que aporta Felipe, me he acordado de una pantomima (una expulsión de clase simulada) que solía montar en clase cuando explicaba estos asuntos, casi siempre con bastante éxito.
La representación ilustra ese tipo de oraciones que se denominan impersonales eventuales y ocasionales; es decir, y utilizando la definición de Felipe, aquéllas en que «el verbo en tercera persona del plural no lleva un sujeto real, ni expreso ni omitido, bien porque se ignora , por no interesar o por no tener importancia». El ejemplo típico es una oración como «llaman a la puerta», cuyo verbo en plural en modo alguno significa que la acción corresponda a una pluralidad de sujetos.
Pues bien, cuando llegaba a este aspecto de la impersonalidad, yo siempre hacía lo mismo. Impostaba la voz, me ponía muy solemne y campanudo, y preguntaba a los alumnos: «En la oración «llaman a la puerta», ¿cuál es el sujeto?», que solía merecer una respuesta inmediata del alumno o alumna más aplicado de la clase: «ellos», apuntaba con fervor.
Entonces yo fingía enfadarme y le decía: «fuera de clase», conducta que, naturalmente, desconcertaba al chaval. Para no pasar por tirano o directamente por una nueva encarnación del profesor chiflado, me acercaba a él y le decía bajito: «sal de clase, por favor; no es una expulsión, es un experimento». Una vez fuera del aula, le daba las necesarias instrucciones: «cuando cierre la puerta, espera diez segundos y llama enérgicamente con los nudillos; espera otros cinco segundos y vuelve a llamar, y repite tu acción tres veces. Al acabar, espera unos momentos hasta que te vuelva a abrir la puerta».
En la clase, como es lógico, se levantaba la natural expectación, que yo aprovechaba para decirles: «ahora, callad y prestad atención». Con toda el aula en un riguroso silencio, sonaban con toque dramático las llamadas del alumno expulsado, a cada uno de cuyos golpes yo repetía: «llaman a la puerta». Al acabar la representación, dejaba entrar al alumno en clase y solicitaba para él un bien ganado reconocimiento.
Era entonces la oportunidad de las explicaciones: «fijaos en el hecho de que se puede decir «llaman a la puerta» sin saber si el sujeto es singular o plural. Es más, incluso suponiendo con toda verosimilitud que el sujeto es singular, podemos seguir diciendo «llaman a la puerta», con el verbo en plural, lo cual demuestra que es una oración impersonal».
No hay duda de que se trata de un modo poco académico de acercarse a este interesantísimo contenido gramatical que son las oraciones impersonales. Como tantos otros, debe utilizarse con cuidado, pues puede contribuir a alborotar el gallinero en clases ya de por sí demasiado alborotadas, pero creo que tiene su gracia. «A la gramática por la pantomima», podría ser el lema del nuevo método didáctico; si alguien quiere explorar sus posibilidades, le cedo gustosamente el copyright.
Hay muchos profesores a los que les molesta que nos convirtamos en actores o payasos. Las mejores lecciones que he dado siempre han ido acompañadas de alguna ‘pantomima’ como tú dices. Y ésta que cuentas es más que divertida.
Tu estrategia me parece interesante y, por lo que comentas, eficaz; pero lo que no entiendo ni comparto contigo ni con Felipe es que se denomine «impersonal» a una oración como «llaman a la puerta». Me parece que se trata de un uso inflacionario- aunque frecuente- del término impersonal.
Entiendo que debe denominarse impersonal sólo a aquella construcción en la que en la red argumental de su predicado no exista una función semántica o papel temático que pueda funcionar como sujeto, caso de «hace frío».
Por el contrario, en «llaman a la puerta», tus alumnos, como los míos, entienden que hay un sujeto- la 3ª persona de plural- y tu estrategia lo que les demuestra es que ese sujeto es arbitrario, esto es, se trata de un sujeto argumental, no referencial (no se predica de una entidad determinada) y, lógicamente, indefinido: no es posible identificarlo. Por ello, en este tipo de construcciones las lecturas son génericas (‘cualquiera’) o existenciales (‘alguien’). Denominar también impersonal- repito- a esta construcción, aunque se le añada alguna etiqueta diferencial (v. gr. impersonalidad semántica), es confundir a los alumnos.
Me rindo ante semejante despliegue, Joaquín. Pero el invento no es mío ni de Felipe. De hecho, creo que existe un cierto consenso en considerar este tipo de oraciones dentro de la categoría de «impersonalidad» y, siendo más preciso, en la de «construcciones impersonales de sujeto indeterminado». Así lo hacen, por ejemplo, Olga Fernández Soriano y Susana Táboas Baylín en el artículo «Construcciones impersonales no reflejas», que forma parte del volumen 2 de la Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1999, pp. 1723-1778. Del mismísimo ejemplo que propone Felipe y yo refrendo, dicen ambas autoras: «la impersonalidad viene dada por la creación de un cierto contexto sintáctico que no permite asignar al sujeto un valor referencial» (explicación, por cierto, que coincide con mi demostración empírica).
No tengo ningún inconveniente en aceptar contigo que en «llaman a la puerta» se produce un fenómeno distinto al de «hace frío», y que distinguir ambos fenómenos es justo y necesario. Pero no creo que el hecho de considerar ambos circunstancias dentro de un conjunto general al que denominamos «impersonalidad» (y estamos en un aula de Secundaria, no hay que perder de vista este detalle), haya de confundir a los alumnos.
Efectivamente, la tradición gramatical señala este tipo de oraciones («llaman a la puerta») como impersonales. Pero no todas las gramáticas las consideran así. Por ejemplo, para la «Gramática esencial del español», de Manuel Seco, estas construcciones no serían impersonales.
Se plantea en este debate una cuestión interesante, que va más allá de si tal modelo gramatical da esta o aquella explicación: ¿qué es relevante desde el punto de vista educativo? ¿Adoptamos un criterio formal, según el cual «llaman» tiene una marca de persona, indicadora de un sujeto no realizado verbalmente? ¿O hacemos prevalecer el hecho de que este tipo de oraciones de sujeto indeterminado son, semántica y pragmáticamente, muy diferentes de aquellas en las que puede realizarse el sujeto?
No se trata, creo, de ponerse tiquismiquis en clase, sino de fomentar una «mirada» hacia la lengua que ayude a comprender sus usos.
Por ejemplo, los titulares del tipo «Buscan a lo autores del atentado» se pueden ver como muy próximos a «Se busca a los autores del atentado». Casos como éste creo que aconsejan mantener la distinción. Pero estoy dispuesto a admitir que, si supone un engorro y distrae a los alumnos de asuntos más interesantes, pues fuera con ella. Saludos.
Veo que os interesa- a mí me apasiona- la discusión gramatical. Respecto de las citas de los gramáticos, podríamos seguir: de mi lado, Ignacio Bosque, «Clases de sujetos vacíos», un magnífico artículo de 1989, o si preferís algo más reciente, Teresa Mª. Rodríguez Ramalle, Manual de sintaxis española de 2005. De vuestro lado, entre otros, L. Gómez Torrego, «La impersonalidad gramatical: descripción y norma», de 1992. Por cierto, este último trabajo, en mi opinión, un verdadero disparate, ya que llega a diferenciar impersonales exclusivamente semánticas, impersonales sintácticas y semánticas e impersonales exclusivamente sintácticas.
Más allá de estos trabajos, perdonad mi obstinación. Pero si explicamos a un alumno de Secundaria que llamamos impersonal a la construcción que carece de sujeto, es lógico que nos digan que en el famoso- y manido- ejemplo de «llaman a la puerta»- por cierto, no es original de Olga Fernández Soriano-que sí tiene sujeto. De hecho, tu práctica educativa, Eduardo, lo demuestra: existe ‘alguien’ (o ‘cualquiera’) que golpea la puerta.
Y creo por vuestras intervenciones que ambos estáis de acuerdo en esto: se trata de un sujeto indeterminado, pero hay sujeto.
Desde siempre, he explicado este tipo de oraciones con la etiqueta de «impersonales eventuales». Y es que «eventualmente», es decir, en según qué contextos, en estas oraciones el sujeto, que sí que está – en esto coincido con Joaquín- es un referente desconocido.
Este tipo de cuestiones, que suelen explicarse en bachillerato, despiertan los debates más jugosos que recuerdo. A veces, los profesores de lengua nos lamentamos de la falta de acuerdos terminológicos e incluso interpretativos. Como es algo inevitable, vale la pena aprovechar tanta disensión para promover el análisis razonado de la gramática.
Disculpad si mi comentario rebaja el nivel de vuestras intervenciones.
Me alegra comprobar lo que puede dar de sí una anécdota de clase. Y yo que sólo quería provocar una sonrisa…
No hace falta tanto teatro para explicar algo tan simple; se pierde mucho tiempo de clase. Y eso de ‘interesantísimo contenido gramatical que son las oraciones impersonales’… Un poco triste, la verdad xD