Los Reyes Magos de Oriente, que al fin y al cabo eran también, y ante todo, reyes sabios en muy fecundos saberes, se han portado espléndidamente este año, pues nos han dejado sobre los zapatos un regalo muy valioso, que a Pilar y a mí nos hace grandísima ilusión: la monumental Nueva gramática de la lengua española, en una encuadernación de un amarillo rabioso que es todo un emblema de su importancia y visibilidad.
Me apasiona esta obra, no sólo por su importancia científica e institucional, sino también por su aspecto físico, por el color, la textura y olor del papel (delicadísimo, por cierto, hay que utilizar los libros con mimo), la compacidad de sus dos volúmenes, su peso, su densa consistencia bibliográfica, su claridad tipográfica. Es un honor y un privilegio tenerla en casa, en los anaqueles de la biblioteca, ejerciendo sobre nosotros su “silenciosa gravitación”, como decía Borges, al lado de otras magnas obras gramaticales (por ejemplo, la no menos monumental Gramática descriptiva de la lengua española), de las figuritas del Roscón de Reyes que colecciono, de los recuerdos del verano, de los bibelots diversos que intercalamos entre los libros y nos recuerdan los pequeños placeres de la vida.
Naturalmente, esta entrada no tiene como objetivo la reseña de una obra gigantesca que no he leído y probablemente no lea nunca en su integridad, porque la Nueva gramática no sólo es un libro para expertos y profesionales de la lengua, sino también para gourmets deseosos de paladear, en pequeñas o grandes dosis, el espléndido muestrario de delicatessen lingüísticas con el que nos han obsequiado la RAE y mis hermanos (por cierto, la expresión gastronómica no es mía, pues corresponde a Antonio Solano, que se me ha adelantado en la celebración de la publicación y del regalo).
De momento, sólo he espigado los dos volúmenes iniciales de una obra que, cuando quede completada, contará con tres. Como mandan los cánones, he empezando leyendo el prólogo, que es una pieza antológica de la sensatez, el buen sentido, la mesura y el equilibrio. Habría que estudiarlo en las escuelas, no sólo como ejemplo de texto expositivo, sino también de una actitud de respeto al prójimo, de cooperación y amor por el trabajo bien hecho, que tantas veces se echa en falta en la vida pública española.
Tras el prólogo, como era también esperable en una obra de semejante naturaleza, me he puesto a vagabundear por entre la espesa fronda gramatical, comenzando por el índice, de una minuciosidad exhaustiva. Mis ojos se han posado inmediatamente en el único objeto de controversia gramatical que ha ocupado la atención de este blog a lo largo de su ya dilatada trayectoria: las oraciones del tipo “llaman a la puerta”, sobre cuya naturaleza presuntamente impersonal hubo un cierto debate en su día, en los comentarios al artículo La expulsión (momentánea) de clase como recurso didáctico. Cito aquí lo que dice la Nueva gramática al respecto, con su característica ecuanimidad:
El término oración impersonal se ha aplicado también a las oraciones que poseen sujetos tácitos de interpretación INESPECÍFICA, como en Dicen que las cosas mejorarán. Estos sujetos tácitos están reflejados en la flexión verbal. Así pues, en este sentido particular de ‘impersonalidad’, la oración Llaman a la puerta es impersonal. No significa, sin embargo, ‘Nadie llama a la puerta’, sino (aproximadamente) ‘Alguien no determinado llama a la puerta’ (p. 3078, §41.9a).
Al principio del artículo, he mostrado mi entusiasmo por la materialidad libresca de la gramática académica. No obstante, caben mejoras evidentes que harían de esta obra un patrimonio verdaderamente universal, como por ejemplo su traslación al universo online de la Red. Por eso creo muy conveniente adherirme a la petición que José Antonio Millán firmaba en el penúltimo párrafo de un artículo publicado el pasado domingo en El País:
Por cierto: es básico que la Nueva gramática esté disponible lo más pronto posible en Internet, aunque carezca de entrada de todas las mejoras de indización y referencia de las que sin duda puede dotarse. La obra es tan rica e importante que su simple texto buscable prestaría un valioso servicio a consultantes de todo el mundo. La versión electrónica debería incluir urgentemente las numerosísimas referencias bibliográficas que han debido de servir para su redacción, y de las que la edición en papel ha prescindido, sin duda para no alargar la obra.
He estado a punto de oficializar esta sugerencia, de crear un logotipo para ella y de colgarlo en lugar destacado de esta bitácora, pero dos factores me han disuadido: el primero, que en estos tiempos de manifiestos y polémicas mediáticas sobre derechos de autor, la iniciativa pudiera ser malinterpretada; y, segundo, que mi habilidad a la hora de diseñar logos, se aproxima a cero. Pero si alguien (y no miro a nadie), se anima…
Real Academia Española y Asociación de Academias Americanas, Nueva gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 2009, 4032 páginas, 2 vols.
Joaquín Mesa dice
Creo que somos muchos los que hemos disfrutado estos días con la sola posesión material de tan magna obra gramatical. Su mayor virtud- en mi opinión- es, para otros, su mayor defecto: se trata de una gramática científica, con muy escaso desarrollo normativo. ¡Lástima que, como indica José Antonio Millán, por seguir una trasnochada costumbre de la RAE, se hayan omitido en esta obra las referencias bibliográficas, lo que, sin duda, no casa bien con su rigor científico!
En todo caso, la mano de Ignacio Bosque es más que evidente. En la cita que incorporas sobre las impersonales que- si recuerdas, Eduardo- discutimos hace ya un par de años, es manifiesta la deuda con un ya antiguo artículo del propio Bosque de 1989, «Clases de sujetos tácitos». No obstante, en el texto académico se observa también un cierto afán conciliador de posturas.
Antonio dice
Empezar las cosas con orden tiene sus ventajas y sus premios: Has encontrado un prólogo interesante. Confieso que me gusta saltarme los prólogos, aunque después de tu recomendación tendré que volver la vista atrás.
Por lo demás, seguimos costumbres parecidas: Buscar esas rarezas lingüísticas que nunca quedan satisfechas en los manuales corrientes. Por ejemplo, me pasé un buen rato viendo las irregularidades verbales en cuanto a la diptongación: «atender» diptonga (atiende), mientras pretender no lo hace (pretende y no *pretiende). Ya ves lo fácil que resulta hacernos felices ;-)
Lu dice
Mientras no llega la gramática a mi casa, me conformo con disfrutar de vuestras degustaciones.
Eduardo Larequi dice
Me acuerdo perfectamente de nuestra discusión, Joaquín, y por eso mismo -y porque ha sido la única o casi única relacionada con la gramática en este blog- enseguida acudí al correspondiente epígrafe, para comprobar cómo recogía nuestros respectivos puntos de vista.
Seguro, Antonio, que los profes de Lengua tendremos abundantes motivos para distraernos con las singularidades morfológicas y sintácticas en esta magna obra gramatical. Podíamos organizar una competición, para ver quién encuentra la más curiosa e interesante.
Te mereces el premio de la gramática académica y otros muchos premios. Lu. Antes o después te llegará.
Corsario Negro dice
Tu párrafo :
«Me apasiona esta obra, no sólo por su importancia científica e institucional, sino también por su aspecto físico, por el color, la textura y olor del papel (delicadísimo, por cierto, hay que utilizar los libros con mimo), la compacidad de sus dos volúmenes, su peso, su densa consistencia bibliográfica, su claridad tipográfica.»
me hace reflexionar sobre algo que también experimento cuando tengo en mis manos un libro «de tomo y lomo», a diferencia de los ebook, frios e impersonales.
Eduardo Larequi dice
Reconozco, Víctor, que en esta fascinación hay algo de fetichismo, y que es posible que las nuevas generaciones no lo sientan, porque se han educado de otro modo. Pero lo cierto es que tocar, sentir y oler un libro de estas dimensiones y categoría tiene un algo muy especial.
panta dice
Estoy con Antonio y contigo en que la obra debe ser una delicatessen y ardiendo en deseos de regalárselo a mi mujer ;) que es la de letras en casa.
Por otro lado, no encuentro la contraposición que tanto @corsario negro como tantos otros, señalan entre los libros electrónicos y aquellos de lomo acariciable.
Por ejemplo, yo tengo un ‘Principia Matemathica’ de Bertrand Russell, escaneado, con un sello de la universidad de Chicago, que jamás voy a conseguir en papel , ni creo que pueda pagármelo.
No puedo acariciarlo, pero se me eriza el vello cuando lo veo ( y no es sólo por pasar el brazo cerca del lector digital :)
Saludos
Eduardo Larequi dice
La experiencia de los libros tiene mucho que ver, Panta, con lo que éstos significan para sus lectores. Yo todavía no sé muy bien qué es eso de anhelar un libro en formato digital y recorrerlo morosamente con el lector, con los vellos erizados, pero entiendo muy bien tu devoción.
Por cierto, este comentario lo redacté y envié en primera instancia con el HTC HD2, conectado por WiFi, desde la taberna The Gallipot, en Pamplona, donde vi tu comentario. Ahora lo acabo de retocar desde el PC.
Corsario Negro dice
Perdona mi intromisión Panta, pero no entiendo, si tanta devoción sientes por el «Principia Matemathica» como no lo imprimes, seguro que sientes una mayor satisfacción al hojear el volumen «de tomo y lomo» que en la versión digital
Saludos
panta dice
@corsario negro : tengo impresos de ese modo varios libros de Arthur Clarke y fue un error.
Primero, por el increíble gasto de tinta y la baja calidad del resultado. Segundo, porque de esa forma sí que es seguro que nunca los compraré en papel .
Aún así, insisto en que el tema de las caricias a los lomos no son el único placer estético que los libros proporcionan. Siguiendo con las metáforas culinarias,hay placeres gastronómicos – quizá más modestos – que dependen de la cantidad ingerida. Yo soy feliz pensando en llevar mil libros colgados del cuello ( También me hace feliz un buen lomo :)
Saludos
Eduardo Larequi dice
Muy interesante el debate, Panta y Corsario Negro, porque está asociado a la experiencia personal, que tiene mucho de singular e intransferible. Creo que me ha dado una idea para una próxima entrada (o quizás un meme) en este blog
Javier Larequi dice
Hola tío:
¿No son esos los diccionarios de Reyes en nuestra casa?
Eduardo Larequi dice
No, esos reyes son de Pilar, aunque se parecen mucho a los vuestros.