Los Reyes Magos de Oriente, que al fin y al cabo eran también, y ante todo, reyes sabios en muy fecundos saberes, se han portado espléndidamente este año, pues nos han dejado sobre los zapatos un regalo muy valioso, que a Pilar y a mí nos hace grandísima ilusión: la monumental Nueva gramática de la lengua española, en una encuadernación de un amarillo rabioso que es todo un emblema de su importancia y visibilidad.
Me apasiona esta obra, no sólo por su importancia científica e institucional, sino también por su aspecto físico, por el color, la textura y olor del papel (delicadísimo, por cierto, hay que utilizar los libros con mimo), la compacidad de sus dos volúmenes, su peso, su densa consistencia bibliográfica, su claridad tipográfica. Es un honor y un privilegio tenerla en casa, en los anaqueles de la biblioteca, ejerciendo sobre nosotros su “silenciosa gravitación”, como decía Borges, al lado de otras magnas obras gramaticales (por ejemplo, la no menos monumental Gramática descriptiva de la lengua española), de las figuritas del Roscón de Reyes que colecciono, de los recuerdos del verano, de los bibelots diversos que intercalamos entre los libros y nos recuerdan los pequeños placeres de la vida.
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