Alguna vez he tratado en este blog de las tribulaciones que a los funcionarios del sistema educativo español nos hace padecer el sistema de provisión de plazas conocido como «concurso de traslados», institución añeja que concita pasiones desaforadas y odios africanos, y cuyas características, entre el rito de paso, la pesadilla burocrática kakfiana y la tradicional chapuza ibérica, la convierten en una entidad proteica, de límites y perfiles inalcanzables, que sólo alcanza a comprender quien año tras año ha de enfrentarse a ella.
Sobre uno de los muchos aspectos conexos a este asunto -la inexistente valoración de las publicaciones digitales, o al menos de «ciertas» publicaciones digitales, a efectos del concurso de méritos- han vuelto recientemente Miguel Santa Olalla y Francisco Muñoz de la Peña Castrillo, en sendas entradas de sus blogs. Ciertamente, Miguel y Paco son parte interesada (como lo soy yo mismo) en la defensa de los puntos de vista que en dichas entradas formulan, pero es que tienen toda la razón del mundo.
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