El sinsentido y la arbitrariedad que ayer denunciaba amargamente Lourdes Domenech en A pie de aula no es más que la punta del iceberg de un fenómeno más perverso y más amplio, que resulta cada vez más insoportable: el estancamiento y fosilización de las administraciones educativas en una serie de prácticas arcaicas e injustas que, lejos de promover la innovación educativa y de fomentar el trabajo de sus mejores profesionales, los desmotiva y llena de indignación.
El problema se sitúa más allá del caso que afecta a Lu, o de cualesquiera otros que se han traído a colación en las varias entradas y en los muchos comentarios publicados tras la denuncia de Lourdes: por ejemplo, las que acaban de ver la luz en La Clase Abierta, Eduideas o Re(paso) de Lengua (por no hablar de la mucho más lejana que yo mismo publiqué hace ya bastantes meses, sobre la necesidad de un reconocimiento oficial para las publicaciones digitales).
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