Si usted, amable lector, amable lectora, se cuenta entre quienes acuden al cine de ciento a viento, y quiere apostar sobre seguro, no lo dude: deje ahora mismo todo lo que está haciendo, abríguese, salga de casa y vaya a ver Revolutionary Road, de Sam Mendes (sí, el mismo director de la inimitable e imitadísima American Beauty, de Camino a la perdición, de Jarhead). Todos esos títulos me gustaron (mucho los dos primeros, algo menos el tercero, que reseñé en este blog), pero nada que ver con la fortísima impresión que me ha producido esta cuarta película, para mi gusto la más redonda y completa del director inglés.
Echo de menos no verla mejor representada en la lista de filmes seleccionados para los Oscar 2009, pues sólo cuenta con candidaturas a los galardones al mejor actor de reparto (Michael Shannon, por un papel estupendo, pese a su brevedad), la mejor dirección artística y el mejor vestuario. Yo hubiera añadido al menos otros tres: mejor película y mejores protagonistas masculino y femenino, porque tanto Leonardo DiCaprio como Kate Winslet entregan dos de sus mejores interpretaciones de los últimos años. Sé que estos dos excelentes actores no lo tendrían nada fácil, porque los galardones están sumamente competidos y hay soberbios intérpretes en ambas categorías, pero no parece muy atinado haberlos excluido a ambos, habida cuenta de que Revolutionary Road debe gran parte de su altísimo nivel a las extraordinarias actuaciones de Winslet y DiCaprio.
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