Da cierta vergüenza reconocerlo, habida cuenta de la posición que ocupa el autor en la literatura norteamericana contemporánea, pero hasta leer la última novela de Philip Roth publicada en España, La conjura contra América, no había tenido apenas contacto con la obra de este interesantísimo escritor, salvo por algunos cuentos recogidos en antologías, alguna entrevista y una adaptación cinematográfica reciente, la de La mancha humana, dirigida por Robert Benton en 2003.
Más vale tarde que nunca, me apresuro a decir, porque la lectura de La conjura contra América es una experiencia fascinante, a cuya luz desaparece cualquier atisbo de lamentación por lo que uno no ha leído y triunfa en cambio el entusiasmo del descubrimiento. A la vista de la magnífica novela que nos ha entregado Philip Roth, me viene a la memoria la paradójica reflexión de Martín de Riquer sobre la inmortal creación de Miguel de Cervantes: “qué suerte no haber leído nunca el Quijote, para poder descubrirlo por primera vez”. Esa es justamente mi fortuna, pues gracias al desconocimiento de las novelas anteriores de Roth, he tenido la oportunidad de acceder con toda mi capacidad de admiración intacta al vigoroso mundo narrativo de esta novela.
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