Este es el segundo volumen de la trilogía de Philip Roth sobre la historia norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, y también el segundo que leo, tras Pastoral americana, terminado apenas hace mes y medio. El aire de familia entre ambas novelas es evidente, pues las dos tienen el mismo narrador y parten de situaciones narrativas semejantes, además de compartir abundantes motivos y unos cuantos escenarios comunes, y a pesar de ello he tenido que invertir en la lectura de Me casé con un comunista un esfuerzo que no necesité para la anterior.
Aunque cabe dentro de lo posible, no creo que la causa haya sido una sobresaturación, un empacho de Roth. En Me casé con un comunista el escritor norteamericano se muestra tan sólido y consistente como en cualquiera de las otras dos novelas que he leído, La conjura contra América y Pastoral americana. Su dominio de los tiempos y ritmos del relato es tan indiscutible como siempre, al igual que su capacidad para hacer literatura de cualquier episodio de las vidas de sus personajes, por insignificante, minúsculo o anecdótico que resulte. Es más que difícil poner una tacha, por mínima que sea, a la colosal actividad ficcionalizadora de Roth, al modo en que ese narrador semiautobiográfico que es Nathan Zuckerman (trasunto, en muchos aspectos, del propio novelista), recoge testimonios, interactúa con los personajes, combina los relatos de éstos con sus propios recuerdos y construye, en suma, una conmovedora y exigente inquisición sobre los tiempos oscuros del maccarthismo, capaz de envilecer a toda una sociedad y destruir las vidas de muchos de sus mejores ciudadanos.
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