Después de varios meses de darle muchas vueltas al asunto, y tal como anunciaba el pasado domingo, finalmente me he decidido a solicitar, humildemente, mi ingreso en lo que entonces llamé el «distinguido gremio de los maqueros». Lo hago con una carta de presentación no tan indiscutible como hubiera querido (y es que los precios de estos chismes imponen), pero aun así nada despreciable: un portátil MacBook de 2,4GHz, 250 MB. de disco duro y 4 GB. de RAM, recién desembalado, y todavía con olor a nuevo.
No me importa admitir que no soy muy hábil con la disposición del teclado, el uso de las teclas de función, los vericuetos del interfaz de Mac OS X Leopard y los maravillosos gestos intuitivos que permite el trackpad Multi-Touch (si no me acostumbro, siempre puedo utilizar un ratón externo, pues el sistema no ha tenido ningún problema en reconocer un par de ratones para PC que le he conectado), pero lo cierto es que al poco de encender el Mac ya está uno trabajando con él a toda máquina. En pocos minutos he descargado Firefox para Mac OS X para Mac, le he instalado el diccionario de corrección ortográfica en español y la extensión ScribeFire (¿por cierto, alguien sabe de un buen cliente para blogs en Mac OS X que no sea de pago y que tenga corrector ortográfico en castellano?), y he comenzado a bloguear.
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